lunes, 18 de abril de 2016

UNA ENTRE MUCHAS

Coloco este libro en el mostrador, mirando hacia mí. Visible, ahí, sobre el cristal. Lo cojo y lo dejo siguiendo el ritmo fluctuante de la gente que entra, escoge un libro, me pide consejo o curiosea. Para muchos es un libro invisible, no existe. Como tampoco existo yo, más allá de mi función de recibir y entregar una suma determinada de dinero. Una mirada lo acaricia y pasa de largo. Otra lo acaricia y se detiene y sube hacia mí para vincular el libro a la persona que lo lee. Luego vuelve a bajar, lee de nuevo el título, se queda prendida un último segundo del color rojo de la niña, y se suelta para, quizá, olvidarlo al instante. 
Un libro sobre el mostrador de una librería, vuelto hacia dentro con un marcapáginas sobresaliendo, es invisible. Una entre muchas es invisible. Me quedo unos segundos pensando en esa invisibilidad, y en la cantidad de cosas que no vemos, por falta de atención o por no saber interpretar un lenguaje. 
De esto trata, en parte, el libro que ha estado esta tarde en el mostrador de la librería: de una violencia invisibilizada por la vergüenza y el miedo y perpetuada siglo tras siglo por la incapacidad de la sociedad para quitarse la venda y mirarla de frente.

La autora del libro es sólo una, una entre muchas. Una chica de Yorkshire nacida a finales de los sesenta que empieza muy pronto a acumular secretos. Se siente culpable, y su culpa la enmudece. Se ve guapa con un vestido tomado prestado de su hermana mayor, un vestido blanco con la espalda desnuda que no esconde los diez años que tiene. Pero él (un ser invisible, una sombra) finge creer que la ve mayor, que el vestido la convierte en algo que puede tocar, probar, coger. 
Secretos. Una guarda secretos. Y empieza a tener miedo. Como si alguien viniera a por ella. Por las noches. Como si alguien la amenazara. Una sombra. Alguien que repta en la oscuridad. Una mano invisible que la toca. Miedo. Y los psicólogos preguntan. Y los psiquiatras preguntan. Alguno sólo escucha. Callado. Atento. Pero cómo hablar. Qué palabras pueden abrir la vergüenza. Qué decir cuando insinuar lo que le pasa provoca incomodidad y vergüenza en su familia. Un profundo rechazo, incluso ira. Qué decir ante su silencio. Quieren saber lo que le pasa, pero no quieren que les cuente eso. Eso no. Cualquier cosa menos eso. Y su rechazo la frustra. Y se recluye en el silencio. Se aísla. Se protege en sus secretos. 

Y la gente piensa: pobrecilla, qué trauma más terrible. Piensa: cómo va a salir adelante. Piensa: nunca lo superará, quedará perturbada para siempre. O bien: exagera, seguro que no fue para tanto, algo habría hecho para que le hicieran eso, y ahora mírala, antes tan guarra y ahora tan loca. Y da igual la compasión que el asco, las palabras vienen de la misma ceguera y todas las miradas que penetran alguna capa de su historia hacen que se sienta culpable, culpable por sentirse mal, por vomitar por las noches, por la ansiedad, por reírse descontroladamente de cualquier cosa, por el descontrol de las emociones, por el miedo pegado al cuerpo como una segunda piel y por la idea que da vueltas y vueltas en su cabeza como un virus fuera de control: cómo va a creer alguien los traumas de una loca.




"Películas, libros, cómics, series de televisión, óperas, cuadros, canciones, chistes... Hay muchas formas culturales que utilizan la violación y asesinato de las mujeres como artefacto narrativo, principalmente por diversión y para causar un efecto dramático. Tal vez se crea que el público se relaciona con eso de forma parecida a como lo hace con el horror imaginario. Porque a pesar de su naturaleza cotidiana, la violencia sexual sigue pareciendo algo hipotético. 
Vivir siendo sensible a ello se convierte en una lucha cotidiana".

La lucha cotidiana de Una está en este libro: un testimonio ilustrado con imágenes delicadas, brutales y simbólicas, casi siempre en blanco y negro, que demuestran un dominio admirable de múltiples lenguajes visuales para contar una historia que se resiste a ser tratada de una sola forma y mediante un solo lenguaje. Su lucha cotidiana es la lucha por visibilizar lo invisible, por ponerle un altavoz a una historia que ha permanecido en silencio durante muchos años y que nos afecta a todos. 
Visibilizar lo invisible: un libro en un mostrador, una niña roja sobre fondo gris, la vida rota de una entre muchas. 



No hay comentarios:

Publicar un comentario