Había una vez un niño al que no le gustaba la noche. Le gustaban las linternas y las lámparas y las farolas y las velas y los relámpagos y todo lo que brillara y en su habitación la luz no se apagaba nunca. Un día, una niña llamó a su puerta, una niña de pelo negro, ojos negros, vestido negros y zapatos negros. -Me llamo Oscuridad-, dijo. "Y su cara era tan blanca como la luna y sus ojos brillaban como estrellas blancas". La niña vio que el niño estaba muy solo y triste en medio de todas sus luces y decidió presentarle a la Noche. Le enseñó que al pulsar el interruptor no sólo apagaba la luz sino que podía encender la noche. Y al encender la noche, encendía los grillos y las ranas y las estrellas brillantes, las estrellas de verdad. Y el niño no se lo podía creer, ya no tenía miedo de la Noche porque podía encenderla y en cualquier noche de verano se le puede ver corriendo por la oscuridad, jugando con los niños felices... Riendo.
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