Este es uno de esos libros que te dejan temblando. Desde la primera página hasta la última. Habla de algo innombrable y, sin embargo, muy conocido. Algo que está presente en los libros, en las películas, en las series de televisión, en las obras de teatro, hasta en ciertas canciones del verano. Algo tan habitual que para todos nosotros es normal no prestarle la menor atención. Hasta que hay que prestársela y entonces se impone el silencio. Por mucho que lo veamos a menudo, no lo queremos en ninguna conversación. No lo queremos en nuestras palabras ni en nuestra imaginación. No lo hablamos con la familia ni con los amigos. Está en todas partes y, a la vez, está prohibido. Encerrado con los mil cerrojos del tabú más fuerte.
«Cuando vuelvas yo ya no estaré». Son las últimas palabras que S. le dice a Matteo B. Bianchi, tres meses después de separarse definitivamente después de siete años de relación. Parecen banales, cotidianas, pero son una despedida definitiva. Horas después, al llegar a casa, Matteo encuentra su cadáver. Y la pregunta que sobrevuela todo el libro sigue sin respuesta. ¿Por qué lo hizo? Convivir con el fantasma de esa pregunta y la multitud de posibles respuestas, todas insuficientes, es la tarea de toda una vida.
Hay muchos libros sobre el dolor de los suicidas, el dolor que lleva a pensar en la muerte como liberación. Pero muy pocos sobre el dolor de los que se quedan. De los que se preguntan cada día qué hacer con ese vacío innombrable, con la oleada de preguntas sin respuesta que nunca amaina.
«Es como un fluorescente que siempre está encendido. Los otros pueden apagarlo, pero tú no. Se quedará encendido para siempre y poco a poco la luz se debilitará, o simplemente empezarás a acostumbrarte, que a fin de cuentas es lo mismo. Y lo que al principio te parecía monstruoso e intolerable pasará a formar parte de tu realidad cotidiana y de manera gradual acabarás por aceptarlo».
Veinte años ha tardado el autor en transformar ese fluorescente en palabras escritas. Veinte años de buscar la distancia justa y el tono adecuado. El lenguaje que permita verbalizar lo innombrable. Y el resultado es un libro vivo y doloroso, tierno y vulnerable que te mira por dentro con mirada compasiva. Como los mejores libros sobre el duelo (pienso ahora sobre todo en La hora violeta, de Sergio del Molino), esta es una historia de amor. De amor magnético e improbable entre dos personas que lo tenían todo en contra y cuya unión trascendió la brutalidad de su final.
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