jueves, 1 de septiembre de 2022

PACHINKO

Desde su estante, esta novela llevaba años poniéndome ojitos. De vez en cuando alguien desprevenido cedía a su seducción y se la llevaba, y yo la reponía fielmente para seguir disfrutando de esa mirada cada vez que pasaba a su lado. Corea, Japón, saga familiar, siglo XX: lo poco que sabía de ella se mezclaba en la nebulosa que desprenden las cosas que nos atraen pero a las que, por algún extraño motivo, no acabamos de acercarnos. Hasta que la librera madre se puso con ella y a las pocas páginas me dijo: basta de miraditas en la distancia, tenéis que quedar de inmediato. Bueno, no me dijo exactamente eso, pero la novela y yo lo entendimos así. Y aquí estoy, para dar cuenta de la consumación del flechazo. 

Todo empieza con la anexión de Corea por parte de Japón en 1910. Este el origen de la historia, y también el origen de buena parte de los males que retrata. Bajo la ocupación japonesa, los coreanos eran tratados como ciudadanos de segunda, y las mujeres protagonistas de esta novela sufren esa discriminación cada día, en las miradas de los hombres al caminar por el mercado, en el futuro cada día más pequeño al que pueden aspirar, con la guerra y el exilio como horizonte. 

Los prejuicios de los japoneses hacia los coreanos es la herida profunda que arrastra la familia protagonista, emigrantes coreanos en Japón desde la guerra. Como miembros de esa "raza maliciosa y artera que envenena las calles", malviven en guetos, no tienen acceso a viviendas ni a trabajos dignos, sufren desprecio y desconfianza constantes y tienen que renovar periódicamente sus permisos de residencia, incluso los que ya han nacido en Japón, bajo la amenaza de ser deportados a una Corea que apenas recuerdan. Pues para los expatriados coreanos en Japón, su patria ya no existe. Corea quedó destruida tras la segunda guerra mundial, desgajada en dos mitades irreconciliables. No quedaba nada de la Corea que recordaban de su juventud. Un país humillado y explotado por el imperialismo japonés y reducido a cenizas y violencia por la guerra. 

"El patriotismo es solo una idea, como lo es el capitalismo o el comunismo. Pero las ideas pueden hacer que las personas olviden sus propios intereses. Los que están al mando siempre tratarán de aprovecharse de los idealistas". 

Pachinko proyecta muchos ecos en nuestra actualidad política. Trata sobre racismo e ideología. Sobre pobreza, lucha de clases y vidas inmigrantes. Sobre gente para la que salir adelante es un imperativo por encima de cualquier otra cosa. La lucha por la supervivencia en un mundo hostil no deja tiempo ni recursos para pensar en ideologías. Aunque sean las ideologías, precisamente, las que construyen guetos, excluyen y discriminan. 

Por la situación de las mujeres coreanas durante la ocupación japonesa, me ha recordado a la novela gráfica Hierbade Keum Suk Gendry-Kim. En los años treinta, bajo la falsa promesa de un trabajo mejor en otro lugar, muchas chicas coreanas dejaron a sus familias y acabaron cayendo en redes de esclavitud sexual para el ejército japonés. Pero a pesar de todo, en cada capítulo brilla una nobleza escondida. Una bondad que brota de los personajes más inesperados y que ilumina la historia de imágenes emocionantes. 

Pachinko ya se ha convertido en uno de esos libros que siempre tengo cerca para recomendar, un miembro más de esta familia libresca. Qué felicidad cuando las seducciones terminan así de bien. 




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