jueves, 11 de junio de 2020

AGNESE VA A MORIR

Una mujer vestida de negro en bicicleta. Un camino que se interna en agua pantanosa. Casas aisladas. Silencio, paisaje. La portada de esta novela no sólo me parece una maravilla estética, sino que contiene buena parte de los elementos que aparecen en ella y que le dan forma. Lo que no podemos ver es lo que lleva la mujer en las cestas de la bicicleta. Lo que uno va descubriendo es que lo que lleva la mujer en las cestas de la bicicleta siempre está hecho de una voluntad de resistencia que está ya más allá de la rabia y de la sed de venganza. 

Durante la ocupación alemana del norte de Italia, Agnese va a morir. Ya lo dice el título. Y aun así, a medida que me iba adentrando en la historia, no he podido dejar de desear ni un solo momento que fuera un truco de la escritora, una metáfora, un símbolo. Me moría de ganas de dejarme engañar y me habría tragado cualquier trampa para seguir pedaleando pesadamente con Agnese por esa laguna una y otra y otra estación más. Seguir desesperándome de sed en verano, seguir resbalando por un barro eterno en otoño, perdiéndome en las ventiscas de nieve en invierno y echando por fin a los alemanes de esta tierra bella e implacable en la dulce primavera de 1945. 

Agnese y Minghina son dos vecinas enfrentadas desde siempre. Enfrentadas por sus simpatías políticas y después enfrentadas por la guerra. Cada día se miran y se saludan, y tiran, "cada una de su lado, de la tensa cuerda de la amenaza". Así era la vida en muchos pueblos del norte de Italia durante la guerra: miradas torvas, cuchicheos en las esquinas, risas exageradas y secretos que podían llevar a la salvación inmediata o a la ejecución pública. Y en los alrededores, escondidos pero en boca de todos, los partisanos viven en una sociedad paralela, siempre al acecho, a la sombra de los convoyes alemanes. Tan invisibles que pueden pasearse por los pueblos a plena luz del día e incluso hablar tranquilamente con los alemanes en las tiendas. ¿Quién podría sospechar que de madrugada serían esos mismos los que dinamitarían un puente al paso de un camión alemán, o los que tomarían por asalto un depósito de armas dejando un reguero de uniformes ensangrentados a su paso?

Su vida es precaria y frágil. Caminan siempre al borde del precipicio, sin saber por dónde les puede llegar la muerte, si estarán vivos al día siguiente. Y Agnese, quizá por vengar a su marido, quizá porque las circunstancias no le han dejado otra opción, empieza a hacer de enlace, a cocinar para ellos, a volverse una ayuda imprescindible para esa sociedad clandestina que bulle de actividad escondida en la laguna. 

Me ha sorprendido la rabia glacial que se esconde en ciertas descripciones de esta novela. Los alemanes rara vez son personas: son bestias, monstruos que “estropean la era, el campo y el mundo con su aspecto mecánico e inhumano, casi todos de un mismo tono descolorido, con sus ojos pequeños y crueles, opacos como el cristal sucio”. Al leer el epílogo y saber la inmediatez con la que fue escrita, se entiende que no haya distancia ni concesión posible: humanizar a los alemanes era a menudo tan peligroso como tratar de razonar con ellos. Cualquier contacto con los ocupantes que no fuera a través de las armas acababa casi siempre con un partisano muerto. 

Me ha gustado mucho la descripción de la laguna, ese microcosmos implacable que marca los días de esta comunidad proscrita. Los juncos altos, el calor y el frío extremos, sus colores, los mosquitos, el barro y el agua ubicua que salva y condena. Me ha gustado la descripción fría de Agnese, con su cara grande e inexpresiva, roja y serena, su corpachón irresoluto siempre dispuesto a ponerse en movimiento, su corazón enorme latiendo en su garganta como un trueno o una campana. 

Agnese va a morir es una novela sin héroes ni exaltaciones. Una novela de personas huidas que la guerra convierte en compañeros, escrita con una rabia que hierve siempre bajo la aparente frialdad del relato, una rabia que lo único que anhela es defender la justicia y la dignidad para que nunca más venga un ejército extranjero a asesinar por una idea, un origen o un acento. 



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