Había leído otras novelas de esta brillante escritora que me habían gustado (Pioneros, Sapphira y la esclava, El puente de Alexander), pero en ninguna había encontrado la emoción que ha despertado en mí este personaje maravilloso, Ántonia, que me ha enamorado. Es valiente, generosa, entrañable, una cálida fuente de vida, como fueron muchos de los pioneros que poblaron el interior de Estados Unidos. Willa Cather ha creado un espacio, una atmósfera, unos personajes llenos de vida.
Esta novela, basada en recuerdos personales de la autora, trata sobre la memoria y sus procesos, recreados con una magistral técnica y sensibilidad. Ántonia llega a los quince años a Nebraska desde su Bohemia natal con sus padres y hermano, vive las penurias de la miseria en una tierra inhóspita, ardiente en verano y gélida en invierno. A su padre, un músico de gran sensibilidad que no conoce ninguna de las formas de cultivar la tierra, casado con una mujer mezquina y de pocas luces, le resulta imposible adaptarse al medio. En cambio, su hija es resistente y sale adelante en todas las circunstancias.
Jim Burden, un muchachito cuatro años más joven que Ántonia, es el narrador de la historia que transcurre por la etapa de juventud y llega a la madurez cuando Ántonia es madre de familia numerosa. Cuando eran jóvenes solían ir a cazar codornices y patos pero cuando se reencuentran muchos años más tarde Ántonia le confiesa que desde que empezó a tener hijos las armas le dan miedo y no es capaz de disparar a ningún ser vivo. Jim le contesta que la joven reina de Italia le dijo lo mismo a un buen amigo suyo, antes era una gran cazadora y ahora solo practica el tiro al plato. Entonces, estoy segura de que es una buena madre, le contesta Ántonia.
Willa Cather nació en Winchester, Virginia, en 1873, en una familia de origen irlandés, y pasó su infancia en Nebraska, en los años de la primera gran colonización de inmigrantes checos y escandinavos. Para poder estudiar en la universidad de su ciudad tuvo que disfrazarse de hombre y cambiar su nombre por el de William. Vivió durante cuarenta años con su pareja Edith Lewis. Se ganó la admiración de William Faulkner y Truman Capote. Ganó el Premio Pulitzer en 1922 por Uno de los nuestros. Fue viajera, periodista, maestra, dirigió diversas publicaciones y aunque su literatura está a la altura de la de Henry James, sin duda el hecho de ser mujer influyó en que siempre se la haya prestado menos atención. Es hora de recuperarla y disfrutarla.
Willa Cather |
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