lunes, 10 de diciembre de 2018

EL TESORO DEL CISNE NEGRO

Un barco en el fondo del mar. Enterrado y perdido. Cubierto por más de doscientos años de arena y olvido. Una leyenda de las guerras napoleónicas. Un barco que traía a España un tesoro fabuloso de los virreinatos de América y que acabó hundido por los cañones ingleses, a escasos kilómetros de la costa de Cádiz. Un barco en el fondo del mar. Que un pirata moderno quiere expoliar para llenarse los bolsillo con millones de dólares. 

Esta historia es fabulosa. La he leído del tirón, en vendaval, como las mejores historias de aventuras. Y es que tiene todos los ingredientes para tenernos en vilo al borde del asiento, pasando páginas sin apenas respirar. Un tesoro enterrado, un villano que quiere apropiarse de él, una batalla judicial para arrebatárselo, políticos en sus despachos, espías ocultos en la noche, presiones diplomáticas, amenazas, chantajes, abogados, emboscadas, persecuciones, y todo en unas viñetas que recuerdan a las aventuras marinas de Salgari, al Stevenson de La Isla del Tesoro, a las peripecias de Tintín y a los documentales de Jean-Jacques Cousteau, con sus gorros rojos y todo. 

Este es el cuarto cómic de Paco Roca que leo, aunque en esta ocasión el guión no sea suyo, sino del diplomático Guillermo Corral. Y la verdad es que ha sido todo un cambio de tono y temática. Después de la intimidad dolorosa de Arrugas y La casa, y de la epopeya de Los surcos del azar, esta historia de aventuras basada en un hecho real reciente (el caso "Odyssey"), me ha descubierto a un nuevo Paco Roca. Más ligero, más político, con la misma chispa inocente y emocionante de sus historias anteriores, pero más capaz, en esta ocasión, de atrapar la imaginación de lectores de cualquier edad. 

Este cómic podría haberse limitado a contar la batalla naval que terminó con el mayor tesoro de la época en el fondo del mar y que desembocó en la batalla de Trafalgar y la posterior invasión napoleónica de España. Sin duda habría sido una obra excepcional. Pero es mucho más que eso. Esta historia no habla sólo de un tesoro perdido ni de las tensiones políticas de hace doscientos años. Habla de cómo el pasado configura la identidad de un país, habla, como dice el guionista, "de la memoria de la gente que murió entonces, del valor de esa memoria". En ese sentido, reclamar este tesoro, y la historia de las personas que se hundieron con él, no es tan distinto de reclamar que se excaven las fosas de los desaparecidos de la guerra civil. Todo es una simple cuestión de memoria. Y de dignidad. 



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