
Nos encontramos en una comunidad llamada Shaker Heights. Si pincháis en el enlace veréis que existe de verdad. Está a las afueras de Cleveland y es... Bueno, la típica zona residencial con sus mansiones perfectas y su césped perfecto y sus normas perfectas que hemos visto tantas veces en las películas norteamericanas. Los fieles que la fundaron a principios del siglo XX "creían que regulándolo todo se podía crear un pequeño paraíso terrenal". Y la familia Richardson está tan arraigada en Shaker que la ideología del lugar, basada en el afán de éxito y una instintiva intolerancia a los defectos, ha llegado a impregnar la forma de pensar y de actuar de todos sus miembros. Acercar el mundo a la perfección, ese es su lema. Y lo hacen con el virtuosismo despreocupado con el que un violinista ajusta, sin mirar, la clavija de su violín para afinarlo.
"Las reglas existían por una razón muy sencilla: si las seguías te iba bien en la vida; en caso contrario, corrías el peligro de incendiar el mundo". Pero, ¿quién es capaz de seguir las reglas siempre, de ceñir sus deseos y su individualidad al mismo camino trillado de lo que otros llaman virtud?
Me gusta el cariño con que la autora trata a sus personajes. Su inteligencia para introducirse en sus motivaciones y hacerles resolver rompecabezas de un solo vistazo, con esa lógica inmediata que no pasa por el filtro trabajoso de los razonamientos; hacerles mirar el mundo con el asombro cándido de quien lo está descubriendo por primera vez; y hacernos mirar a nosotros, sus lectores, la maternidad desde muchos puntos de vista, como un experto minerólogo mostraría a su público los distintos reflejos que proyectan los minerales cristalinos.
Y es que ese es el tema principal del libro. La maternidad. "Para una madre, un hijo no es sólo una persona, sino también un lugar: una especie de Narnia, un reino vasto y eterno en el que se confunden el pasado, el presente y el porvenir". Un lugar que una madre anhela, envidia, y que, una vez alcanzado, debe proteger a toda costa de aquellos que no han aprendido a mantenerse alejados del fuego. Un lugar que lo cambia todo: el cuerpo, el futuro, la pareja, el amor, los sueños. Un lugar inabarcable en perpetuo cambio.
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Celeste Ng |
La señora Richardson "siempre había sabido lo peligroso que era el fuego, la asombrosa facilidad con que se propagaba, subiendo veloz por los muros y las zanjas. Así que más valía vigilar su chispa, pasándola con cuidado de una generación a otra como una antorcha olímpica. O quizá se tratara más bien de salvaguardarla celosamente como recuerdo del bien que anida en el ser humano: una llama eterna que nunca debía quemar nada".
Difícil, llevar esa llama dentro y no quemar nada.
Difícil cuando tu rebeldía no cabe en el estricto mundo de normas que te rodea.
Difícil resistirse a callarse ante una injusticia cuando una puede rebelarse sembrando pequeños fuegos por todas partes.