- Miramiramira -, me dijiste, y señalaste con el dedo-. ¿Has visto esta familia de osos? ¿No son para comérselos?
Estábamos de librerías por Madrid, porque el vicio por los libros siempre se disfruta más en el tiempo libre. Y mirábamos cuentos.
-Osito tiene miedo, ¿ves? Ha oído en sueños un fuerte... ¡Rugido! "¡Socorro! - grita asustado -. ¡Hay un monstruo ahí fuera!"
- ¡Qué chulo!
- ¡Qué chulo!
Te sonreí y me quedé pensando. Monstruos. Sí, hay monstruos ahí fuera, osito. No lo sabes tú bien. Monstruos de todas las formas y colores. Se pasean por las calles vestidos de etiqueta y sonríen mientras les roban el futuro a los demás. Instigan, presionan, seducen, conquistan, y asustan precisamente porque nunca los ves venir. Hay monstruos ahí fuera, osito. Vaya que sí.
¿Ves? - me cogiste de la mano -. Papá oso es la bomba, ha salido con un farol para demostrarle a osito que no tiene nada que tem... ¿Me escuchas?
- Sí, perdona. Estaba distraído.
- ¿Sí?
- Pensando en monstruos.
- Pues vuelve, vuelve, que estos seguro que molan más. Mira, y además está en verso, o bueno, casi, pero todo rima. ¡Es para...
- ...comérselo!
- Sííí.
- Jajaja. Me parto contigo. ¿Y cómo acaba? ¿Qué era ese rugido?
- Pues eso es lo mejor. El rugido era...- Te acercaste a mi oído, vergonzosa, y me lo dijiste en voz baja.
- ¡No!
- Sí.
- Qué fuerte, al final osito se te va a parecer en todo...
- Tonto.
- Guapa.
Y salimos riéndonos.
Madrid se quedó reluciente. Con una familia de osos comestibles y libros infantiles por todas partes, en todas las esquinas, ahuyentando monstruos.
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