lunes, 5 de junio de 2017

ANTITAUROMAQUIA

Hay en la denuncia de la violencia algo tan de sentido común que a veces da hasta un poco de vergüenza enarbolar ciertos argumentos. No le patees la espalda al manifestante, no envenenes al perro del vecino, no le claves banderillas a un toro. Ante una escena de violencia cotidiana, por ejemplo, un padre pegándole en el culo a su hijo pequeño tras una trastada (en la librería lo he contemplado muchas veces), me invade una mezcla de estupefacción y cabreo. ¿No hay mejores formas de educar que a base de dolor? ¿De verdad crees que tu hijo no entiende otro lenguaje que el del castigo físico? 

Creo que la única forma válida de combatir la violencia es desde las palabras. No sé por qué una persona golpea a otra o tortura a un animal. Pero sé que cuando eso pasa, generalmente es un fracaso del lenguaje. Una palabra que falta. Algo que, de poder nombrarlo, contendría el golpe. Si eres capaz de encontrar una definición lingüística para tu rabia, probablemente sabrás que descargar el puño sobre otro ser vivo no va a aliviarla. La violencia física es el triunfo de la rabia sobre el lenguaje. Y la mejor forma de erradicarla es, precisamente, atacarla con palabras. 

Esto es lo que ha hecho Manuel Vicent, con la poderosa colaboración de las ilustraciones de El Roto, en este libro contra la tauromaquia. El espectáculo de torturar un toro hasta matarlo para el gozo y disfrute de miles de personas me parece sencillamente incomprensible. Es rabia convertida en sadismo, destilada tras siglos de tradición rancia, ignorante y salvaje y convertida en liturgia de la tortura y de la muerte. Y este libro es un perfecto antídoto para tratar de luchar contra la falta de respeto y la asombrosa ignorancia de los que siguen defendiendo que las corridas de toros son cultura. 

Nunca he visto una corrida de toros entera. Creo que de niño estuve delante de una en la tele durante un rato largo. No entendí nada. Me pareció aburridísimo. De adulto he aguantado sin cambiar de canal, como mucho, cinco minutos, como cualquier persona sensible que entienda el significado de la palabra tortura. Y siempre he pensado, al igual que Manuel Vicent, que entre los seres que participan en esa orgía de sangre y sadismo, "la única mirada inteligente, compasiva y humana es la del animal". 


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