Después de las últimas lecturas, que he disfrutado por su intensidad, su fuerza y su dramatismo, por ejemplo Tan poca vida o Patria, he agradecido el bálsamo que ha supuesto zambullirme en una Sicilia que, por esta vez, no está relacionada con la mafia ni tiene connotaciones dramáticas como nos tienen acostumbrados autores como Camilleri, Pirandello, Sciascia, Quasimodo e incluso la misma Simonetta Agnello Hornby, que escribió libros tan importantes y profundos como La Mennulara.
En estas Gotas de aceite vuelca sus recuerdos de la niñez en Mosé, cerca de Agrigento, en la isla siciliana. Es un relato entrañable, costumbrista, en época de posguerra, los años 50 del siglo XX, en una familia idílica de la aristocracia siciliana. El padre era barón y tenía una casa solariega en la que había olivos, pistacheros, almendros, trigo, algodón y viñas que daban trabajo a muchos obreros, algunos solo temporeros.
En esa finca de Mosé vivían su hermana Chiara, sus padres y ella, y a menudo se reunían alrededor de veinte personas, primos, tíos y demás parientes, en un continuo ir y venir que hacía las delicias de tanta gente que disfrutaban de su mutua compañía. Recordando hábitos de abuelas y madres, la autora nos cuenta multitud de anécdotas de aquella época, como por ejemplo la manera en que los colchoneros daban forma anualmente a los colchones con sus agujas rectas y curvas, una costumbre inalterable durante siglos, el rito de la elaboración semanal del pan o el truco de meter en agua caliente el cuchillo para cortar fácilmente los helados.
A pesar de la escasez por la posguerra, allí tenían un huerto y se abastecían de todo lo que la finca proveía pero sin acceso apenas a carne, pescado u otros alimentos, que solo comían cuando estaban en la ciudad durante el invierno. Era el reino de las mujeres, que organizaban con cariño y esmero su casa para que todos pudieran sentirse cómodos y a gusto y sobre todo, cocinaban. La colaboración, el apoyo y la solidaridad eran valores que se vivían en el día a día y que quizá en alguna medida se han perdido en aras de esta individualidad competitiva y autosuficiente que ha invadido la sociedad occidental.
Este libro es un soplo de aire fresco que nos trae la memoria de lo que debería ser el placer de disfrutar la vida en compañía, con los elementos básicos, sin consumismos estériles, en unión con la naturaleza, utilizando lo que nos ofrece para hacer de la cocina un arte entrañable, lleno de matices, y compartir en una comunidad cohesionada de personas que son felices de estar juntas.
Incluye veintiocho recetas de Chiara, la hermana de Simonetta, basadas fundamentalmente en los productos de la huerta.
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