He leído este cómic furtivamente, entre cliente y cliente, a lo largo de una tarde helada de otoño. Con el rumor lejano de los coches que aceleraban sobre el asfalto mojado de camino hacia algún sitio más hospitalario que la calle, iba pasando páginas de atrás hacia adelante, en el sentido japonés de lectura, inverso al nuestro, totalmente inmerso en la delicadeza de esta historia. ¿Cómo es posible transmitir la más profunda desesperanza con ilustraciones tan inocentes e infantiles, tan alejadas de la representación amarga de los abismos adultos a la que estamos acostumbrados? ¿Cómo es posible que, con tres palabras y un dibujo naíf, el autor pueda hacerme pasar sin transición de la sonrisa a las lágrimas?
En 2011, Takashi Murakami (nada que ver con el eterno candidato al Nobel, Haruki Murakami) recibió el encargo de una revista manga para escribir una historia sobre la familia. Mientras la preparaba, se produjo el devastador tsunami en la costa este de Japón, y su perspectiva sobre la historia que estaba contando cambió radicalmente. ¿Cómo afrontar la desesperación ante la muerte de los seres queridos? ¿Cómo convivir con una pareja que ya no puede seguir valiéndose por sí misma? ¿Qué mueve a las personas a agarrarse a la vida y no ceder ante la inmensidad de las adversidades?
En torno a estas preguntas Murakami ha creado una historia preciosa y sobrecogedora. Una historia de lealtad y amor, de fortaleza frente a la enfermedad, de valentía para tratar por todos los medios de no dejar que las heridas nos separen de nuestros seres queridos, de nosotros mismos y del mundo. El pájaro azul es un libro raro sobre el duelo y sobre el amor más allá de la enfermedad. Raro por la sutileza de las emociones y por la aparente ingenuidad de la ilustración que, a la vez que amortigua el impacto de la tristeza de la historia, acentúa la cercanía con los personajes, borrando de un plumazo las diferencias culturales y cualquier distancia entre el dibujante japonés y un lector occidental.
Un lector occidental, sentado en su taburete alto de Ikea, tras el mostrador de una librería en una tarde desierta, escuchando sin escuchar el rumor de los coches que aceleran bajo la lluvia y profundamente agradecido por el calor que emana de esta historia universal sobre la enfermedad y la muerte y el amor como redención última de todas las catástrofes.
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