lunes, 26 de septiembre de 2016

MENDELSSOHN EN EL TEJADO

Jiri Weil aparece afable en la mayoría de fotos que se conservan de él. Gafas redondas de profesor, sonrisa discreta, aire frágil. Sin embargo, las vicisitudes de su vida y el tono de su literatura desmienten esta impresión. Vivió en Rusia, tradujo al checo las obras de los escritores rusos de vanguardia, aunque su afinidad con la revolución comunista se enturbió tras pasar por un campo de reeducación en Kazajistán. Durante la ocupación alemana trabajó en el Museo Judío de Praga y evitó su deportación al campo de Terezin de la manera más novelesca posible: dejó su cartera en un puente con su documentación y una nota de despedida. Como nunca volvió a su domicilio, las autoridades se creyeron su suicidio y se olvidaron de él. Pasó la guerra escondido y después dedicó su maltrecha salud a recopilar los dibujos de los niños judíos de Terezin desde su puesto en el Museo Judío y a escribir una de las mejores obras sobre la ocupación nazi de Praga y el holocausto que existen. 

Mendelssohn en el tejado es fascinante. El título alude a la estatua de Mendelssohn (compositor de origen judío que se convirtió al catolicismo) que unos funcionarios del ayuntamiento deben retirar de la cornisa de un edificio porque ofende la sensibilidad aria del mismísimo Heydrich, el "carnicero de Praga". Pero, ¿alguien sabe qué pinta tiene el tal Mendelssohn? A Heydrich no se le puede preguntar, por mucho menos acaba uno convertido en humo. ¿Qué hacer? El músico es judío así que tendrá la nariz larga, ¿no? Pues quitemos la estatua con la nariz más grande. Y por poco acaba la comedia en tragedia, ya que la nariz más grande de la cornisa era ni más ni menos que la Wagner. 

La novela empieza burlesca pero poco a poco el tono se va volviendo más amargo. Por sus páginas desfilan los judíos del Consejo, los operarios checos del ayuntamiento, los suboficiales alemanes temerosos de que por un desliz los envíen al frente ruso y las niñas judías escondidas en sótanos, piezas de un puzle que reconstruye la vida en Praga durante la guerra, una ciudad gris y sucia, llena de violencia y hostilidad hacia su ocupante. También caben los hechos históricos, como el asesinato de Heydrich en plena calle por paracaidistas checos, una escena maravillosa narrada con un ritmo demencial, y la posterior represalia de los altos mandos alemanes, que empapelaron toda la ciudad con listas de condenados a muerte. Y aun así, como constata el autor, "como ya calentaba el sol, había bañistas en la orilla del río saltando y riendo, porque la vida era más poderosa que la muerte, porque la gente necesitaba dormir, comer y hacer el amor". 

Jiri Weil
Hay muchas escenas memorables en este libro. Yo me he quedado con una de ellas. Una estatua de yeso que representa la Justicia es confiscada por la Gestapo en una casa de judíos recientemente deportados. El departamento de confiscaciones la vende a un marchante que mercadea con los bienes de las víctimas. Al cabo de poco tiempo, la misma estatua es confiscada de nuevo y vuelve al mismo almacén de la Gestapo. Los alemanes, convencidos de que la estatua les persigue y que seguirá volviendo a sus manos una y otra vez, renuncian a volver a venderla y acaban haciéndola pedazos para que la Justicia no pueda volver a molestar a nadie más.

Jiri Weil murió de leucemia en 1959. Dejó terminada más de una docena de libros. Los amigos de la editorial Impedimenta anuncian la próxima traducción de Vida con estrella, una novela sobre la ocupación nazi por la que los comunistas de la postguerra le tacharon de "enemigo del pueblo". Espero que no tarden mucho. Estoy deseando leerla.



2 comentarios:

  1. Me ha encantado el libro y tu reseña. Voy a ver si leo algún otro libro de este autor.

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