jueves, 29 de septiembre de 2016

IRÈNE NÉMIROVSKY. EL MIRADOR: MEMORIAS SOÑADAS

El nombre de Irène Némirovsky siempre evoca en mí las horas maravillosas que pasé con su última obra, Suite francesa, hace más de diez años. La sorpresa de encontrarme con una voz para mí desconocida porque no se había traducido al español. En 2004 se tradujo a 39 idiomas, en poco tiempo se vendieron más de un millón de ejemplares, se llevó al cine recientemente, mereció dos importantes premios, el Renaudot en Francia y el de los libreros en España. La consecuencia inmediata fue ver traducida buena parte del resto de su obra, ninguna parecida a Suite francesa, obra coral, cuando todo lo que había escrito anteriormente eran relatos intimistas de una calidad extraordinaria. 

Irène empezó a escribir a los 18 años y a los 24 había publicado su primera novela, David Golder, con un gran éxito. Había enviado el manuscrito sin nombre ni dirección a la editorial Grasset y el editor puso anuncios en la prensa para intentar localizar al autor. La maternidad había mantenido a Irène apartada temporalmente de la literatura y cuando, pasado un tiempo, se presentó en la editorial Grasset, el editor no daba crédito.

David Golder, representada en teatro y luego adaptada al cine, retrataba fielmente la sociedad opulenta y corrupta que había conocido tan bien. Su madre estaba tan bien reflejada que en el teatro, el día del estreno, su personaje fue motivo de infinitas murmuraciones. 

Muchas de sus obras fueron llevadas al cine. No dejó de escribir hasta días antes de su muerte, a los 39 años, cuando la barbarie nazi acabó con su vida en Auschwitz, por su condición de judía.

La calidad literaria de toda su obra es extraordinaria, pero si tengo que recordar especialmente algunos de sus libros quizá serían El vino de la soledad, el más autobiográfico, Los perros y los lobos, un retrato de dos ámbitos de la cultura judía, o Los bienes de este mundo.

Ahora he tenido la suerte de poder leer esta biografía que escribió su hija, Elisabeth Gille, al parecer agotada en la editorial desde hace tiempo y de la que hemos podido rescatar unos cuantos ejemplares. Un libro extraordinario, no solo por los datos, aun cuando sean "soñados" (como reza el subtítulo: El mirador: memorias soñadas) sobre su madre, sino también por el perfil histórico de la primera mitad del siglo XX. Irène nació en 1903, vivió sus primeros años en Kiev, la bella ciudad ucraniana que tanto le costó abandonar cuando tuvo que trasladarse a San Petersburgo, una ciudad glacial no solo por la temperatura, más tarde a Moscú en los años de la Revolución, luego Finlandia por un año huyendo del gobierno soviético para asentarse a partir de los 16 años en París. Dominaba siete idiomas.

Resulta difícil entender que, con su mente brillante, no supiera o pudiera prever la tragedia que se le venía encima y sobre todo con las experiencias vividas buscando un nuevo exilio. Su final fue trágico pero tuvo el privilegio de vivir 39 años intensos, llenos de experiencias, casi todo el tiempo disfrutando de medios económicos más que abundantes, de un gran éxito profesional y a pesar de la mala relación que mantuvo con su madre, también disfrutó del amor y la sabiduría que le aportaron su padre y las dos institutrices con las que compartió los primeros años de su vida, además de la relación privilegiada con su marido y sus dos hijas. 

Este libro relata la vida de la que es, en mi opinión, la mejor escritora del siglo XX. Imprescindible.



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