En estos últimos días, varias personas nos han comentado lo contentas que estaban por encontrarnos todavía abiertos, a pesar la crisis, los ebooks y el evidente desprecio institucional por nuestro humilde gremio. Y no puedo hacer otra cosa que agradecer todas las muestras de afecto y compartir el entusiasmo por este acto cotidiano de permanecer que, poco a poco, empieza a suscitar perplejidad. Todavía estamos aquí. Y me paro un poquito en ese "todavía", con todos sus funestos presagios. Todavía vendemos libros en papel. La gente todavía los compra porque considera que tienen un valor. Todavía nos da para vivir. Todavía pensamos, creemos, confiamos en su poder para convertirnos en personas un poquito mejores de lo que seríamos sin ellos. O, si no mejores, menos simples, menos manipulables, quizá más exigentes y abiertas a una esperanza de lucidez. Ese todavía, en realidad, me hace sonreír. Como si encontrarse una librería abierta y, además, llenita de gente en estos días de fiestas, hubiera pasado de ser algo corriente en lo que uno no se para a pensar a convertirse en una grata sorpresa. En algo hasta cierto punto inesperado. Como un lugar de culto que resiste, no sin cierta imprudencia y descaro, en tierra de infieles. Como algo de otro tiempo, disfrutando de una prórroga feliz en los albores de un siglo que ya no es el nuestro. Como, quizá, los museos dentro de unas décadas, cuando haya muerto la sensibilidad necesaria para subvencionarlos y su seducción cultural deje de conquistarnos.
Ya hace un tiempo que los que no nos descargamos libros ni música ni películas y preferimos comprarlas hemos entrado en la categoría de raritos. Como los que subimos los tres pisos por las escaleras aunque tengamos ascensor y sean las diez de la noche después de doce horas trabajando. Como ver películas en versión original y mirar mal a los que comen ruidosamente palomitas en el cine. Supongo que es una cuestión de costumbres. Pequeños hábitos que consideramos saludables. Pequeños gestos de resistencia contra lo fácil, lo cómodo, lo que actúa por ti. Vender libros es uno de esos actos, también. Y, sobre todo, opinar sobre ellos, animar fervientemente a alguien a regalar algo de Richard Ford o de Primo Levi o de Tolstoi y hacer todo lo posible para no vender los premios Planeta o lo último de autores ya un poco rancios como Pérez-Reverte o Vargas Llosa (discúlpenme sus seguidores). Elegir, seleccionar y esculpir cada día un criterio concreto sobre lo que merece la pena y lo que no. Buscar las razones de nuestras preferencias, razones artísticas y éticas, y hacer de ellas una pequeña bandera de resistencia con la que expresar lo que somos y por lo que quizá todavía estamos aquí.
Aunque todo apunta a que el tiempo de las librerías se acaba, aunque tengamos la sensación de estar entrando poco a poco en la categoría de reliquia social, aunque seamos algo que se admira desde lejos y se ignora de cerca, aunque la gente nos contemple como un humilde Titanic hundiéndose lentamente, con una pequeña lagrimilla que se enjuaga antes de pasar página y olvidar, quiero hacer de aquel todavía un manifiesto de resistencia y darles la vuelta a sus funestos presagios. Todavía hay mucha gente que quiere comprar libros en papel en pequeñas librerías que tengan criterio para saber y elegir lo que venden. Todavía somos muchos los que consideramos importante elegir y compartir lo que leemos. Todavía estamos aquí.
Brindemos por un "todavía" muy muy largo....
ResponderEliminar¡Chin chin!
ResponderEliminarGran palabra todavía. Todavía es aquí estamos. Todavía es aquí seguiremos. Todavía significa esperanza.
A pesar de los pesares, y del desafortunado momento social y económico que estamos viviendo desde hace ya, demasiado tiempo, estoy con vosotros: al libro como tal -desde su más básica definición, y sin entrar en actualizaciones de la última década- le queda vida, mucha vida. Y no solo desde el punto de vista literario, ni si quiera desde la visión del autor, sino también desde una perspectiva totalmente aséptica, económica si cabe. Los hábitos y costumbres de nuestra sociedad están cambiando (y no precisamente para bien); lo que hace años parecía inusual o incluso ilógico, hoy es el pan nuestro de cada día. Lamentablemente si que hay que hacer un esfuerzo interior, esfuerzo de adaptación al medio; cual especie en peligro de extinción. Y ese esfuerzo creo, desde mi más humilde opinión, que pasa por realizar cambios, cambios de mentalidad, de planteamiento o incluso, ¿por qué no?, también de visión. Creo que de eso, como buenos artistas que sois, estáis bien dotados; con lo cual solo queda dar esa vuelta de tuerca más que posiblemente necesitamos todos para darnos cuenta de lo cerca y fácil que tenemos esas cosas de las que a veces nos privamos sin saber exactamente por qué.
ResponderEliminarEn fin, mucho ánimo, como dicen en el teatro antes de un estreno: "mucha mierda" y un abrazo desde 700 km al nordeste.
Gracias Javi, por los ánimos, siempre procuramos "estrenar" cosas a menudo. Con un poquito de suerte, haremos de los años que nos quedan una representación bastante larga (¡y entretenida!).
EliminarUn abrazo desde 700 km al suroeste.
Óscar.