Esta novela es demasiado. A veces es demasiado. Pero, en realidad, no. «Nada es lo suficientemente excesivo en esta vida», dice la dulce asesina enamorada. Y empieza así: «Mi madre es divina y suicida, como las mujeres norteamericanas de los años cincuenta que se cansaban de sus maridos y metían la cabeza en el horno en el que iban a hacer la tarta de cumpleaños».
La mujer que nos habla gana dinero matando abuelas por encargo de sus hijos. Dulcemente, sin sufrimiento. Unos polvitos en el zumo, un escape de gas repentino. Con ese dinero le paga la residencia psiquiátrica a su madre. Una madre que lleva muchos años intentando suicidarse. Desde incluso antes de ser madre. Divina y suicida. Y todo va bien, o todo lo bien que le puede ir a una mujer con ese oficio y esa madre, hasta que le encargan matar a una abuela que no es como las demás.
No sé muy bien cómo describir esta novela. Me ha recordado al realismo sucio y a ciertas mujeres rotas y dulces de las películas antiguas de Almodóvar. Pero mi educación de burguesito educado en conservatorios de música clásica no me ha dado un lenguaje para describir lo que siento. Y no es justo. Como si Mozart nunca hubiera tenido las uñas sucias ni hubiera coqueteado con canallitas. Pero voy a intentarlo. Y seré breve.
Esta novela me ha dado una sensación poderosa de libertad. De ventanas abiertas y lenguaje ligero y volar, volar, volar. Irene Cuevas tiene el don de contar lo más doloroso con una sonrisa traviesa y que la medio risa y la tragedia sean un improbable y perfecto dúo sobre el escenario. Pocas novelas tratan tanto sobre la muerte (la muerte dura y amarga y sin trascendencia) y son tan divertidas y están tan rabiosamente vivas. Y transmiten tan bien la infinita necesidad de luz y ternura de los corazones desgastados por la penumbra.
Irene Cuevas ha escrito una novela divertida, tierna, negra, atrevida, cotidiana y estrafalaria y alocada como la vida misma. A veces es demasiado. Pero, en realidad, no. «Nada es lo suficientemente excesivo en esta vida», dice la dulce asesina enamorada. Y cuántas veces es así.
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