jueves, 6 de febrero de 2025

EL CANTAR DEL PROFETA

«Si cambia la propiedad de las instituciones, entonces se puede cambiar la propiedad de los hechos, se puede alterar la estructura de lo que se cree, aquello en lo que se está de acuerdo, eso es lo que están haciendo, Eilish, es así de sencillo, el PAN está intentando cambiar lo que tú y yo llamamos realidad, quieren enturbiarla como si fuera agua, si dices que una cosa es otra y lo repites lo suficiente, entonces debe de ser así, y si sigues diciéndolo una y otra vez la gente lo acepta como verdad». 

Las críticas han comparado esta novela con 1984 de Orwell, o con La carretera de McCarthy, y no es una exageración. Es un portento de intensidad, de lirismo y de crudeza en su brutal denuncia de lo que puede hacer un Estado que no respeta los derechos de sus ciudadanos. Aquí estamos en un tiempo indeterminado pero en una Irlanda muy real en la que el Estado se ha convertido en una amenaza. Una amenaza para la vida cotidiana, para la luz de las velas, para el sueño de los niños. Una sombra que repta por la pared y alarga sus dedos invisibles para arrebatar, casa por casa, la paz del sueño de los niños. «¿Qué es el mundo para un niño cuando se puede hacer desaparecer a un padre sin una sola palabra?». 

La escritura de Paul Lynch avanza a ráfagas, como frases zarandeadas por el viento de invierno. La ensoñación tiñe cada capítulo con vetas cada vez más oscuras. Todo es irreal, pero al mismo tiempo todo resulta aterradoramente familiar. Los cómplices necesarios para cualquier estado de excepción, por ejemplo. Ya los vimos durante la pandemia. Esos policías de la moral señalando detrás de los visillos, listos para denunciar a cualquiera que no cumpliera a rajatabla todos y cada uno de los protocolos. Y han estado siempre ahí, todas esas personas contagiadas de la prudencia exacerbada y de la obsesión por cumplir las normas. Todas envenenadas de la pasión por obedecer y hacer que los demás obedezcan. Todas dispuestas a escandalizarse ante cualquier conducta que denote falta de miedo o improvisación. Todas dispuestas a culpar de lo que les ocurra a quienes no previenen, a los que se arriesgan y se creen que pueden vivir en el mundo sin anticipar desastres a cada momento. Ay de los que han decidido vivir pensando que son libres. Ay de los que todavía no viven dominados por el miedo. 

La protagonista es una mujer, bióloga molecular, directiva de una compañía biotecnológica, con un bebé, un niño de primaria, una chica de secundaria y un chaval que va a cumplir diecisiete. Y un marido sindicalista que un día no vuelve de una manifestación. Contempla cómo la vida parece existir al margen de los acontecimientos, cómo la gente vive encarcelada en la ilusión de lo individual: mientras yo llegue a casa hoy y cene delante de la tele como siempre a quién le importa nada más. 

«Te quitan algo y lo cambian por silencio y te enfrentas a ese silencio todos y cada uno de los instantes que estás despierta y no puedes vivir, dejas de ser tú misma y te conviertes en una cosa ante ese silencio, una cosa que espera que el silencio acabe, una cosa de rodillas que suplica y le susurra toda la noche y todo el día, una cosa que espera que lo que fue arrebatado se le devuelva y solo entonces podrás retomar tu vida, pero el silencio no termina, ¿sabes?, dejan abierta la posibilidad de que lo que quieres te sea devuelto algún día, así que sigues sometida, paralizada, obtusa como un cuchillo viejo, y el silencio no acaba porque el silencio es la fuente de su poder, ese es su significado secreto». 

Las críticas han comparado esta novela con obras clásicas de ciencia ficción y lo entiendo. Es así de aterradora y magnífica. Y, al mismo tiempo, no lo entiendo. Basta con leer las noticias por encima y tener un poco de humanidad para darse cuenta de que todo lo que se cuenta en esta novela, todo el terror y la barbarie y la violencia y la indefensión y la locura y «el profundo miedo negro que vive en la sangre», todo ello y mucho más es lo que llevan viviendo miles y miles de palestinos desde hace mucho tiempo, pero especialmente desde octubre de 2023. Críticos blancos occidentales: esta no es una profecía oscura sobre el terrible poder que un Estado totalitario puede desplegar en nuestros países acomodados, esta es una realidad que ya está sucediendo delante de vuestros ojos con el apoyo explícito de nuestros gobiernos y no queréis verla. 





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