lunes, 28 de marzo de 2022

EL PERFUME DE LAS FLORES DE NOCHE

En 2018, Leila Slimani recibió de su editora una propuesta de lo más inusual. Dentro del proyecto Ma nuit au musée, se trataba de pasar una noche a solas dentro de Punta della Dogana, edificio mítico de Venecia transformado en museo de arte contemporáneo. Aunque no era muy dada a aceptar propuestas que la alejaran de su trabajo, la idea la sedujo. Era una fantasía de novelista. Más allá de la atracción por disponer de un museo vacío para ella sola, le tentó la idea de la soledad, de enclaustrarse, de volverse inalcanzable para estar totalmente a solas con sus pensamientos, con sus personajes y sus palabras. Y decidió sumarse a esa corriente de escritores que han abrazado el aislamiento como fuente de creatividad. "De Hölderlin a Emily Brontë, de Petrarca a Flaubert, de Kafka a Rilke, se ha construido el mito del escritor ajeno al mundo, alejado de la muchedumbre y resuelto a dedicar su vida a la literatura". 

Y con la excusa de contar su noche en el museo veneciano, Slimani reflexiona sobre el arte como refugio, como aislamiento en el que se crea un mundo nuevo. El arte como el comodín que permite una nueva vida y que insufla entusiasmo en la vejez aburrida, un propósito en la vida vacía, y una nueva vitalidad en la enfermedad del alma. Como dice Chéjov en la cita que encabeza el libro, "donde hay arte no hay vejez ni soledad ni enfermedad, e incluso la muerte es solo la mitad de sí misma". 

Sumergirse en la escritura de un libro, de manera similar a lo que sucede con la pintura de un cuadro o la composición de una pieza musical, es adentrarse en la profundidad de las cosas y de uno mismo. Una profundidad llena de significado y de propósito (y de un febril entusiasmo) que los no creadores desconocen. Escribir es construir un inmenso espacio de libertad donde puedes desprenderte de la máscara social. O apropiarte de otras que jamás usarías fuera de la página. Un espacio misterioso e infinito en el que "los sueños se despliegan como lianas". 

A través de una primera persona desnuda, con la que parece que te está hablando a ti, en voz baja, en una terraza parisina, Slimani confiesa que para ella la literatura es como una religión: "Me gustaría retirarme del mundo. Ingresar en mi novela como en una orden. Hacer voto de silencio, de humildad, de sumisión total a mi trabajo. Me gustaría dedicarme solo a las palabras, olvidarme de lo que constituye la vida cotidiana, preocuparme solo del destino de mis personajes". Y, a veces, también como algo puro que la vida cotidiana contamina: "El exterior actúa sobre nuestros pensamientos al igual que el aire sobre los frescos que Fellini filmó en Roma, y que se borran a la vez que reciben la luz. Como si el exceso de atención, de luminosidad, lejos de preservar provocara la destrucción de nuestra noche interior". 

Escribe sobre tantas cosas en las que me reconozco, que leo y releo estas 150 páginas con fruición. Escribe sobre el silencio. Sobre la soledad. La soledad elegida. La soledad buscada. La soledad fértil de la que nace el arte. Sobre la introspección, la meditación y el recogimiento. Escribe sobre la importancia de callar, de medir los silencios, en esta "sociedad obsesionada por la exhibición y la escenificación de la existencia de uno mismo, en la que cualquier toma de posición te expone a la violencia y al odio". "Lo que no decimos nos pertenece para siempre". Siento una poderosa afinidad con ese amor por el silencio, que nace de un tipo concreto de timidez y de sensibilidad, y por la creación artística como refugio, pasión y significado de todas las cosas. 

El perfume de las flores nocturnas es radicalmente distinto al de las flores diurnas. Como los sueños, cerrados durante el día, y que la oscuridad vuelve tan reales. Como las utopías que de repente se vuelven posibles. Como la imaginación, que florece en mundos de libertad mientras este mundo de luz e inmediatez que nos encadena se abandona al sueño. Como los fantasmas y los personajes de las novelas, que aprovechan nuestra ausencia para llenarnos la mente de ilusiones. 





No hay comentarios:

Publicar un comentario