lunes, 21 de marzo de 2022

TENGO UN NOMBRE

Hace mucho tiempo aprendí que hay ciertas palabras que un librero debe evitar a la hora de recomendar un libro. Violación es una de ellas. Si pronuncias la palabra violación, un ceño se arrugará, un cuerpo se apartará y una persona ya no se fiará de que le vayas a ofrecer un libro apropiado para su sensibilidad. 

Nadie quiere saber nada sobre violaciones, porque las violaciones son esas cosas terribles que les pasan a los demás. Terribles y distantes, tan ajenas a nuestra experiencia como, yo qué sé, Auschwitz o la quema de brujas, aunque en España se denuncie una violación cada cinco horas y una de cada cinco mujeres haya sufrido violencia sexual alguna vez en su vida. Una de cada cinco. También las de nuestro entorno, las que conocemos y no lo dicen y nunca lo sospechamos, sobre todo porque no somos capaces de escuchar la palabra violación sin fruncir el ceño, apartar el cuerpo y querer silenciar la conversación. 

"Cuando oigas una historia de violación, resiste la tentación de apartar la vista, y en su lugar mira todavía más de cerca, porque bajo la sangre derramada y los informes policiales hay una persona entera y bella que busca el modo de volver a formar parte del mundo". Estas palabras de Chanel resuenan dentro de mí una vez acabado este libro y vuelven y vuelven a mi memoria como un mantra. El primer paso para poder luchar contra un problema es poder hablar de ello. Escuchar. Aceptar las palabras que lo definen. Y no cerrar los ojos al espanto que proyectan.

Cuando la policía le preguntó si quería denunciar la violación que había sufrido en el campus de Stanford (California), Chanel Miller pensó que lo correcto era contestar que sí. Porque si no, estaría de alguna forma poniéndose de parte de su violador, ¿no? Denunciar era lo que tenía que hacer. Y lo hizo. Pero en ningún momento se imaginó que "si una mujer estaba borracha durante un ataque con violencia, nadie la tomaría en serio. No sabía que sí él estaba borracho durante el ataque con violencia, la gente se compadecería de él. No sabía que ser una víctima de violación era sinónimo de que no te creyera nadie. No sabía que aquel pequeño sí me reabriría el cuerpo, me restregaría las heridas, husmearía entre mis piernas para que todos pudieran mirar". 

La violación es un crimen cuya gravedad parece variar en función de la conducta de la víctima. Parece más grave si la víctima es virgen que si es promiscua, más grave si es blanca que si es racializada, si es rica que si es pobre, si tiene novio que si es soltera, si está sobria que si está borracha, si lleva pantalones que si lleva minifalda. En el imaginario colectivo, parece que la víctima de una violación siempre es sospechosa de haber incitado de alguna manera a su violador. Y esa culpa es un estigma social que se repite una y otra vez y se convierte en una enfermedad que las devora por dentro y les hace dudar incluso de si lo vivido es real, de si su trauma y su dolor y sus pesadillas se corresponden con algo que ha sucedido de verdad. 

Tengo un nombre es un puñetazo terrible a la cultura de la violación y una mano tendida, empática y generosa, a toda esa "población entera de víctimas ocultas bajo el disfraz de la vida cotidiana, que van a trabajar, se sirven un poco más de café y tienen los ojos abiertos de par en par por las noches, esperando". 

Nunca pensé que con apenas veintiséis años se pudieran escribir unas memorias así. Tan lúcidas, tan bien contadas, tan inteligentes, y sobre todo tan valientes. Chanel Miller habla de dolor y de humillación, pero también de coraje y de rabia. Despliega una profundidad psicológica abrumadora. Hay mucho amor y mucha ternura hacia sus amigos y hacia su familia, hacia esas personas con las que compartía tantos paisajes emocionales y no la interrogaban ni le daban ánimos con frases hechas ni le daban consejos de taza de autoayuda. Un pequeño párrafo sobre su abuelo chino y su forma de pronunciar su nombre (parecido a "xiao niao", pajarito en chino) te calienta el corazón y te hace llorar. 

Su juicio fue uno de los más mediáticos de la historia reciente de Estados Unidos y supuso un antes y un después en la cultura de la violación y el impulso del movimiento #metoo. Después de vivir en el anonimato durante cuatro años, Chanel Miller decidió hacer pública su identidad con este libro íntimo y conmovedor, quizá el memoir más impactante que he leído nunca. 





No hay comentarios:

Publicar un comentario