
Es imposible controlarse. Yo no puedo leer las tres primeras páginas de Calypso sin partirme de risa. Una risa sonora y descontrolada. Estentórea, como la mejor felicidad.
Mientras lo leía me quedé sin ejemplares de tanto reírme tras el mostrador y tuve que dejar de hacerlo y dejar mi ejemplar en casa porque quién sabe qué instintos asesinos habría despertado en mis dulces clientes si me hubiera atrevido a decirles que no les vendía mi ejemplar porque era mío y me estaba haciendo tan feliz que mientras no lo terminara lo quería para mí.
Sí, es cierto. Si leéis este libro os pueden pasar cosas raras: podéis enamoraros de una tortuga gigante y cancerosa, podéis aprender a leer un capítulo entero con el culo apretado (nada de spoiler aquí, ya descubriréis por qué), o también podéis aprender a caeros de la silla de la risa -he estado a punto dos veces, ya-. Pero nunca os pasará nada tan raro como lo que le pasa a Sedaris, creedme. Por el consuelo que esto aporta, ya merece la pena leer el libro.
Tras cada punto y aparte, levantaba los ojos del libro con el ceño bien fruncido de indignación y exclamaba por dentro: ¿qué cojones es esto que estoy leyendo? Y acto seguido: ¿y cómo es posible que me esté matando tanto de la risa?
Sedaris tiene unas ocurrencias ingeniosísimas sobre todo tipo de temas. Y no duda en repartir bromas como puñales a diestro y siniestro. No se libra ni dios. Desde los fanáticos del veganismo, convencidos de que serán los únicos que sobrevivan a la Gran Pandemia del Cáncer, hasta esas parejas que cuando les preguntas si tienen hijos te enseñan sus tres terriers y gritan jubilosos: ¡son adoptados!
Me chiflan las ideas que se le ocurren para tratar de descubrir si las recepcionistas de los hoteles o los dependientes en general son realmente humanos o sólo buscan vaciarte la cuenta del banco un poco más. ¿Qué cantidad de amabilidad puede esconder una pregunta a la que le da lo mismo la respuesta? A veces sólo queremos un mínimo de interacción. Dos seres humanos que se cruzan y se reconocen en una rareza, en una fragilidad, en una broma que vaya más allá de la careta de cortesía, que diga: "Yo también me doy cuenta, socorro".
![]() |
David Sedaris |
Calypso es una mirada descacharrante (y de refilón) a una vejez que asoma la patita. La mirada golosa de un hombre que "no se puede comer un pastel si no le echa helado y nata por encima". Y también es una carta de amor (y otros sentimientos menos amorosos pero igual de conmovedores) a su padre de noventa y dos años (ferviente votante de Trump) y a su devoción por el jazz. "El chasqueo de sus dedos al ritmo de una pieza de John Coltrane tiene la misma función que el ronroneo de un gato: quiere decir que puedes acercarte a él. Que todo va a salir bien. "Queridos míos -dirá dentro de mi cabeza siempre que me acuerde de él mientras levanta su copa y nos invita a reunirnos a su lado-, ¿no es maravilloso estar juntos?""
Con esta reseña fan tremendas ganas de salir corriendo a por él. ¡Gracias!
ResponderEliminarSi quieres pasar unas horas muy divertidas, ¡no lo dudes!
ResponderEliminar