viernes, 7 de agosto de 2020

CALYPSO

Un señor me ha pillado doblado en dos de la risa con este libro en la mano y me ha dicho: venía a por otra cosa pero ahora mismo YA SÓLO QUIERO ESO QUE ESTÁS LEYENDO. 

Es imposible controlarse. Yo no puedo leer las tres primeras páginas de Calypso sin partirme de risa. Una risa sonora y descontrolada. Estentórea, como la mejor felicidad. 
Mientras lo leía me quedé sin ejemplares de tanto reírme tras el mostrador y tuve que dejar de hacerlo y dejar mi ejemplar en casa porque quién sabe qué instintos asesinos habría despertado en mis dulces clientes si me hubiera atrevido a decirles que no les vendía mi ejemplar porque era mío y me estaba haciendo tan feliz que mientras no lo terminara lo quería para mí. 

Sí, es cierto. Si leéis este libro os pueden pasar cosas raras: podéis enamoraros de una tortuga gigante y cancerosa, podéis aprender a leer un capítulo entero con el culo apretado (nada de spoiler aquí, ya descubriréis por qué), o también podéis aprender a caeros de la silla de la risa -he estado a punto dos veces, ya-. Pero nunca os pasará nada tan raro como lo que le pasa a Sedaris, creedme. Por el consuelo que esto aporta, ya merece la pena leer el libro. 

Tras cada punto y aparte, levantaba los ojos del libro con el ceño bien fruncido de indignación y exclamaba por dentro: ¿qué cojones es esto que estoy leyendo? Y acto seguido: ¿y cómo es posible que me esté matando tanto de la risa?

Sedaris tiene unas ocurrencias ingeniosísimas sobre todo tipo de temas. Y no duda en repartir bromas como puñales a diestro y siniestro. No se libra ni dios. Desde los fanáticos del veganismo, convencidos de que serán los únicos que sobrevivan a la Gran Pandemia del Cáncer, hasta esas parejas que cuando les preguntas si tienen hijos te enseñan sus tres terriers y gritan jubilosos: ¡son adoptados! 

Me chiflan las ideas que se le ocurren para tratar de descubrir si las recepcionistas de los hoteles o los dependientes en general son realmente humanos o sólo buscan vaciarte la cuenta del banco un poco más. ¿Qué cantidad de amabilidad puede esconder una pregunta a la que le da lo mismo la respuesta? A veces sólo queremos un mínimo de interacción. Dos seres humanos que se cruzan y se reconocen en una rareza, en una fragilidad, en una broma que vaya más allá de la careta de cortesía, que diga: "Yo también me doy cuenta, socorro".

David Sedaris
Y sí, no todo son risas en esta juerga. Bueno, no todo todo. Calypso está compuesto de capítulos independientes que tratan distintos aspectos o momentos de la vida del autor, con sus cinco hermanos siempre listos para unirse a cualquier expedición estrafalaria, con el suicidio de su hermana sobrevolando las páginas no siempre exento de su humor particular, y a su lado siempre su paciente y extraordinariamente apuesto marido Hugh, resoplando como un santo ante las excentricidades de esta familia de locos.

Calypso es una mirada descacharrante (y de refilón) a una vejez que asoma la patita. La mirada golosa de un hombre que "no se puede comer un pastel si no le echa helado y nata por encima". Y también es una carta de amor (y otros sentimientos menos amorosos pero igual de conmovedores) a su padre de noventa y dos años (ferviente votante de Trump) y a su devoción por el jazz. "El chasqueo de sus dedos al ritmo de una pieza de John Coltrane tiene la misma función que el ronroneo de un gato: quiere decir que puedes acercarte a él. Que todo va a salir bien. "Queridos míos -dirá dentro de mi cabeza siempre que me acuerde de él mientras levanta su copa y nos invita a reunirnos a su lado-, ¿no es maravilloso estar juntos?""





2 comentarios:

  1. Con esta reseña fan tremendas ganas de salir corriendo a por él. ¡Gracias!

    ResponderEliminar
  2. Si quieres pasar unas horas muy divertidas, ¡no lo dudes!

    ResponderEliminar