jueves, 7 de noviembre de 2019

ESTOY CONTIGO

Para defendernos del dolor y poder soportarlo creamos subterfugios, bloqueamos recuerdos, inventamos otros. Desplazamos y cambiamos vivencias y las vamos adaptando según nuestra capacidad y voluntad de resistencia. A veces fingimos que lo que nos sucedió no fue para tanto, o que en realidad le sucedió a otra persona, y contamos esos traumas con la frialdad de quien relata una historia ajena. Otras, añadimos traumas ficticios a nuestro trauma verdadero, en un intento de subrayar ante los demás, o ante nosotros mismos, la legitimidad de nuestra condición de víctimas. A veces no nos reconocemos en nuestra historia, con todas sus heridas, y nos hace falta mucho tiempo para aceptarla como nuestra, para incorporarla a nuestra vida. Otras, nos reconocemos tanto en ese dolor que somos incapaces de acercarnos a él con palabras. Para defendernos del dolor, contamos historias, historias mutiladas, aumentadas, distorsionadas, las historias que somos capaces de contar. Esas historias somos nosotros. Estamos hechos de ellas. 

Esta novela cuenta una de esas historias de dolor. Una historia real que empieza en el Congo, pasa por la selva y un campo de tortura hasta terminar en la estación de Termini, en Roma, en la piel de una mujer llamada Brigitte que lo ha perdido todo excepto su vida, y que no sabe qué va a poder hacer a partir de ahora con ella. 

Melania Mazzucco es una de mis escritoras favoritas. En Un día perfecto me fascinaron esas historias paralelas en la Roma de Berlusconi, siempre a punto de colisionar. En Limbo me metí en la piel de una soldado que vuelve de una misión en Afganistán con diversas secuelas. Y en Eres como eres me emocionó hasta las lágrimas esa adolescente con dos padres que afronta con valentía el acoso de sus compañeros. Los personajes de Mazzucco se mueven a la deriva, buscando un asidero (el amor, la aceptación, un permiso de residencia) al que agarrarse para no ahogarse en sus propios traumas. Y me encanta esa forma tan generosa que tiene Mazzucco de abrazar a sus personajes en sus libros, de darles una voz potente e inconfundible que sea las alas que les permitan salir de donde están y levantar al vuelo hacia otros lugares menos dolorosos. 

"Ella es una más de las que han terminado en la estación de Roma, igual que terminan los restos de un naufragio en la playa". Ella tiene nombre y apellidos y esta novela contiene su historia. Una historia que empieza cuando llega a Europa, precisamente en el momento en el que la mayoría de historias acaban. Porque llegar a Europa es el objetivo. Pero también el principio de otro viaje no menos doloroso y aterrador para los miles y miles de refugiados que naufragan en nuestras costas para buscar una vida mejor, o para salvarse, como Brigitte, de una muerte segura. 




No hay comentarios:

Publicar un comentario