lunes, 20 de mayo de 2019

UNA HISTORIA DE AMOR Y OSCURIDAD

Este libro me ha ido tentando a lo largo de mucho tiempo. Lo había ojeado, había leído algún capítulo suelto y siempre me había quedado con la sensación de que tenía que esperar el momento oportuno para dedicar toda mi atención a sus setecientas páginas. Me parecía demasiado importante para tratarlo como un libro más, sentía que era algo especial.

Ahora ha sido el momento y ha merecido la pena la espera. Ay, Amos Oz, qué lástima que muriera el año pasado con setenta y nueve años, podía haber seguido aportándonos tanta sabiduría, tanto conocimiento sobre la realidad de Israel. Fue un lector compulsivo desde la niñez y consiguió esa riqueza humana e intelectual que proporcionan las buenas lecturas. Nos habla de la influencia que tuvieron en él tantos libros (Veinte mil leguas de viaje submarino, La isla misteriosaEl señor de las moscas, Peer Gynt), y nos menciona decenas de escritores que enriquecieron su vida (uno de mis preferidos, Stefan Zweig, también fue uno de los suyos).

Me gusta la reflexión que hace sobre las lágrimas de Miguel Strogoff, las que le salvaron del hierro candente que le aplicaron a sus ojos, las lágrimas que también le salvaron a él y a toda Rusia porque permitieron que llegara a su destino: "¡Pero en casa las lágrimas estaban prohibidas a los hombres! ¡Eran una deshonra! El llanto era propio única y exclusivamente de las mujeres y los niños. Con cinco años ya me avergonzaba llorar y con ocho o nueve aprendí a ahogar el llanto para poder ser admitido en la orden de los hombres... y resulta que Miguel Strogoff, un héroe impertérrito, un hombre de hierro capaz de superar cualquier adversidad y tormento, cuando de pronto piensa en el amor, no se contiene: llora. No de miedo ni de dolor, Miguel Strogoff llora por la fuerza de sus sentimientos... y así ese hombre, el más viril de los hombres, venció a todos sus enemigos gracias al "lado femenino" que surgió de lo más profundo de su alma en el momento decisivo y ese "lado femenino" no anuló ni debilitó su "lado masculino" (algo con lo que en aquella época nos lavaban el cerebro) sino todo lo contrario, lo completó y se reconcilió con él." 

Su madre, personaje muy importante en este libro que acabaría suicidándose con 39 años, le contaba de niño leyendas sobre milagros y demonios, misterios, la Caja de Pandora, en las que, tras todas las desgracias, aún había esperanza en el fondo de la desesperación. Su primera maestra, la Maestrazelda como la llamaban y el profesor Mijaeli ya en la secundaria también le aportaron un sistema de valores opuesto de principio a fin al racionalismo de su padre, un erudito.

Con ocho y nueve años vivió la creación del estado israelí y cuenta el día a día de aquel acontecimiento que podía haber sido el inicio de un ejemplo de convivencia entre israelíes y palestinos. Una convivencia que nunca se materializó por la violencia que hasta hoy sigue instalada en todo Oriente Próximo, especialmente en los territorios ocupados en los que Israel, por la fuerza, cada día va restringiendo y atenazando la vida de millones de personas aprisionadas en guetos como cárceles.

Amos Oz escribe, aludiendo a la oportunidad que en 1947 tuvo Israel: "Me conduelo por lo que nunca existió, por los bellos cuadros que nos hacíamos y que ya se han borrado, por un Israel que ya no existe y que posiblemente nunca existió más que en nuestros sueños juveniles".

Hablando de los palestinos, un compañero del kibutz donde estuvo trabajando más de treinta años le dice: "¿Asesinos? ¿Pero qué esperas de ellos? Desde su punto de vista, nosotros somos extraterrestres que hemos aterrizado aquí y hemos invadido su tierra, poco a poco hemos ido apoderándonos de ella y, mientras les asegurábamos que habíamos venido para ayudarlos, para curarles la tiña y el tracoma, para liberarlos del atraso y la ignorancia y del yugo de la opresión feudal, con artimañas nos íbamos quedando con su tierra pedazo a pedazo. Así pues, ¿qué pensabas?  ¿Que nos iban a agradecer nuestra bondad? ¿Que iban a salir a recibirnos con tambores y cámaras fotográficas? ¿Que nos iban a entregar respetuosamente las llaves de todo el país solo porque nuestros antepasados estuvieron alguna vez? ¿Qué tiene de raro que se hayan alzado contra nosotros? Y ahora que les hemos infligido una derrota aplastante y cientos de miles viven en campos de refugiados, ¿qué quieres? ¿Esperas quizá que compartan nuestra alegría y nos deseen lo mejor?

Amos Oz
Tuvo a un magnífico profesor, "que con su acento alemán-checo caminaba por la lengua hebrea no con naturalidad y propiedad sino con cierta solemnidad festiva, como un pretendiente feliz cuya amada por fin lo correspondía y ya podía enorgullecerse y demostrarle que no se había equivocado con él. Casi el único tema que trataba nuestro maestro en los encuentros privados que tenía con nosotros era la pervivencia del alma, o la posibilidad, si es que existía alguna posibilidad, de una existencia después de la muerte... A veces nos pedía nuestra opinión y escuchaba atentamente, no como un maestro paciente vigilando los pasos de sus alumnos, sino como alguien que estuviera oyendo una obra musical muy compleja y entre todos los sonidos tuviese que localizar uno especial, menor, y determinar su autenticidad".

Una joya de libro en cuya lectura hay que demorarse, necesita de un lector atento, dispuesto a encontrar entre sus líneas pequeños diamantes que, distribuidos en su camino, nos proporcionan intensos momentos de felicidad.




No hay comentarios:

Publicar un comentario