viernes, 12 de abril de 2019

TIERRA DE MUJERES

Empiezo este libro maravillado. El primer capítulo me contagia una serenidad hecha de sensibilidad exquisita y un apego profundo a la tierra y a los seres que la habitan. Me conmueve la descripción íntima de un contacto con los animales y las plantas que los que vivimos en zonas urbanas hemos perdido. Me digo que buscarse de esta manera a través de la naturaleza es un propósito de vida hermoso como pocos. Y sigo leyendo, con la sensación de haber encontrado un tesoro, de esos que uno recomienda con cariño y en secreto a gente escogida y muy afín. 

La autora escribe para que "las historias de su familia salgan del encierro de su miedo y su pudor". Y es que es tan fácil dejar pasar la vida en silencio, sin prestar atención a la gente que más quieres. Dejar pasar la vida sin pensar en sus historias, sin recordarlas, sin buscar en ellas lo misterioso y especial que también te define a ti. Sin prestarle mucha atención. Sin reconocerla.

"No todo el mundo tiene pueblo. No todo el mundo puede volver a un trocito de tierra y doblarse la falda para recoger los alimentos del huerto. Llamar al rebaño y que acuda corriendo a la voz". 

Yo no tengo pueblo. Ningún apego veraniego por el campo y la naturaleza. Y por primera vez, quizá, he sentido esa añoranza extraña que a veces sentimos por las cosas que nunca hemos tenido y nunca hemos echado en falta. Un pueblo al que volver, un lugar al que llamar hogar, aunque no se viva siempre en él. Una infancia poblada de alcornoques, encinas y olivos, como la de la autora, de la que ha surgido este mundo literario poético y cercano que me ha hecho acariciar la tierra y sentir la naturaleza en la piel y más adentro. 

Me parece que este libro es, al menos, tres libros. El primero está descrito en el subtítulo: "una mirada intima y familiar al mundo rural". El segundo, un manifiesto feminista que denuncia la doble discriminación de la mujer en el campo (por mujer y por rural). Y el tercero, una exhortación política para exigir un cambio en el modo en que la sociedad urbana trata a esa España vacía que la autora prefiere llamar España vaciada. Los tres libros están más o menos delimitados por los capítulos, y aunque a mí me han resultado radicalmente diferentes, me imagino que para la autora son tres facetas de una misma intención. 

Me ha maravillado el primero, me ha interesado el segundo y me ha extrañado mucho el tercero. Supongo que tras la delicadeza poética de las primeras páginas, no me esperaba un tono de mitin político, enfático y a veces abiertamente enfadado cuya hostilidad no he terminado de entender. 

En fin, no siempre los libros son como esperábamos. Y también se agradece a veces ese desajuste entre las expectativas y lo que terminamos encontrando. Me quedo con la maravilla poética y feminista de la mayor parte de este ensayo, que me ha abierto los ojos a una forma profunda y emocionante de percibir la naturaleza y el mundo rural. 



2 comentarios:

  1. Gracias por la recomendación. Lo comparto también en mi blog porque me gustan mucho tus palabras.

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