jueves, 4 de abril de 2019

LA MISMA RAMA

Pongo la Romanza para violín y orquesta de Dvorak y leo un poema de Concepción de Estevarena. Dvorak publicó esta pieza tres años después de que muriera la poeta sevillana, pero hay algo en la voz de ese violín que veo reflejado en sus poemas. Una inocencia alegre, una melancolía sin afectación, espontánea. Versos y música impregnados de un romanticismo sereno, de una "eterna aspiración a la belleza". 

Concepción de Estevarena (1854-1876) murió con apenas veintidós años, alejada de su Sevilla natal por las deudas que, a la muerte de su padre, la obligaron a vender la casa familiar. Su juventud estuvo rasgada por las despedidas, el duelo y el traslado forzoso a la casa de un pariente en Jaca, donde moriría de una tuberculosis contraída en el viaje. Algo de esa tragedia que la rodeada aparece también en sus versos, cuyo ímpetu a veces amortigua el presentimiento de la muerte.

"Yo sin poderte hablar, tú sin mirarme,
protestábamos ambos de la suerte;
tú queriendo vivir por no dejarme,
yo queriendo morir por no perderte".

Aunque comparte ciudad de origen e influencias con Bécquer, la estética de sus versos está a años luz del sentimentalismo y el melodrama del más famoso de los poetas románticos españoles. Y me asombra esa falta de afectación, esa sencillez conmovedora del sentimiento expresado con una naturalidad que desarma. 

"Quiero que mi patria sea
toda la extensión del mundo".

Me pregunto qué habría pensado esta poeta de la música de Dvorak. Qué habría sentido en las calles de Praga, qué emociones le habría suscitado la calidez de ese violín llevado en volandas por el impulso de la orquesta. Me conmueve esa curiosidad que bulle en sus poemas, el afán por ser parte de algo más grande que su tierra, más grande que Sevilla, más grande que todo lo que conoce, que los libros que ha leído y los lugares que ha visto. El deseo de un corazón inquieto de ampliar el espacio soñado, la capacidad de movimiento de su imaginación.

Termina la romanza con una felicidad tranquila que probablemente Concepción de Estevarena nunca llegó a experimentar. Y le doy las gracias a Elena Medel y a la editorial La Bella Varsovia por el descubrimiento de esta poeta excepcional. Una mujer que se mira hacia dentro y encuentra un borbotón constante de inspiración y de vida. Y el deseo de permanecer, de resistirse al desarraigo, a la ausencia, y no dejarse llevar por el viento que la aleja de las personas amadas, hojas verdes que brotaron de su misma rama. Y que a ella pertenecen. 


Concepción de Estevarena


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