jueves, 14 de marzo de 2019

CUATRO HERMANAS (firma invitada)

Hay editoriales que son un acierto seguro, de esas que publican los libros que buscas cuando quieres leer y no sabes qué, o cuando sabes seguro que su lectura no te defraudará. Hace poco estaba metida en un tremendo bloqueo lector y, buscando entre los cantos de colores de Libros del Asteroide, Cuatro hermanas vino a mí. Había abandonado antes unos cuantos libros y tenía otros a medias en mi pila, pero esta editorial me salvó. ¡Y cómo lo hizo!

Cuatro hermanas se coló como una brisa de aire que cierra de golpe las puertas e hizo que en dos días me bebiera todas las palabras que había dejado en la anterior sequía lectora. ¡Qué delicia de historia la que nos cuenta Jetta Carleton! Una de esas en las que entras y en la que te quedarías a vivir para siempre. Ojalá poder haber tenido tres hermanas y haber compartido con ellas veranos en una granja en pleno contacto con la naturaleza, ayudando a nuestra madre a preparar compotas de manzana y deseando la llegada de la noche para ver florecer en la verja del porche las damas de noche. Ojalá haberme enamorado de un alocado joven piloto de avionetas en las primeras décadas del siglo XX. Ojalá haber ido sola a la ciudad a intentar ser por unos días quien no he sido y quien nunca he querido ser. Ojalá reír y llorar la vida y la muerte de la familia en un ambiente en el que parece que todo fluye como lo hacen las estaciones.

Todo eso es esta novela, y es también el cofre de varios secretos muy profundos que solo algunos personajes pueden lejanamente intuir pero que marcan la vida de unos y otros: y también su culpa, sus remordimientos. Historias pasadas que resurgen una y otra vez como una gota insistente en un grifo mal cerrado. A veces no cerramos bien los grifos de nuestra vida, de nuestra responsabilidad o de nuestras relaciones con los demás y esa agua termina por inundarnos en algún momento.

También es Cuatro hermanas un canto hermosísimo a la cultura, al estudio, a la música. Y, por supuesto, a la belleza de la naturaleza: los campos, los cielos, el espino blanco testigo de culpas y concepciones, cerca de un arroyo en algún lugar del Misuri rural de la época. Es un grito de libertad y también un recordatorio de cómo interiormente dependemos de otras personas y pertenecemos a un lugar, a un momento, a un acto no deliberado que creemos que nos ha cambiado de por vida.

Esta novela, que llegó por puro azar a mis manos, entró directa a mi corazón y a mi memoria lectora. Me ha regalado cinco personajes femeninos y dos masculinos con sus luces y sus sombras, con sus anhelos y sus gritos de libertad. Con sus complejidades más profundas. 

De entre todos los tipos de relaciones que existen, quizás las de familia sean las más complicadas. Y Carleton ha descrito magistralmente las complejidades de una de ellas.



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