lunes, 18 de marzo de 2019

LA REBELIÓN DE LOS MAYORES

Los vimos hace un año en todos los medios de comunicación. Miles, decenas de miles de jubilados llenando las plazas y las calles de las principales ciudades españolas, bajo la lluvia y el frío, manifestándose por sus pensiones. Pero, ¿sólo por sus pensiones? No. Las pensiones fueron la chispa que prendió el incendio. En enero de 2018 habían recibido una carta del ministerio, redactada con triunfalismo paternalista, que les informaba de que sus pensiones iban a aumentar en un 0,25%. Para la mayoría, menos de dos euros más al mes. Luego se supo que el gobierno se había gastado más dinero en enviar las cartas que en la subida. Y el cabreo prendió. Hasta entonces se habían olvidado de ellos, y ellos se lo habían tomado con estoicismo. Pero, ¿que se rieran de ellos descaradamente? No, eso no lo iban a consentir. 

En estas manifestaciones expresaron su descontento por una serie de humillaciones que hasta entonces habían pasado desapercibidas para buena parte de la sociedad. Entre otras, las declaraciones del gobernador del Banco de España, insinuando que los mayores podrían apañarse con pensiones más bajas porque la mayoría ya no tienen que pagar hipotecas, o las de la Lagarde, directora del FMI, que se quejaba explícitamente de que no se murieran: "los ancianos viven demasiado y eso es un problema para la economía global". Estas declaraciones no eran casos aislados. Vivimos una época en la que muchos políticos empiezan a insinuar que lo público ya no va a ser sostenible mientras rescatan bancos y autopistas. El desprecio por los mayores es un síntoma del desprecio general por todo lo que ha significado el Estado del Bienestar en Europa en los últimos sesenta años. 

Unos lo llaman gasto. Otros, inversión. El lenguaje desnuda las intenciones de quienes hablan de pensiones, o de cualquier partida presupuestaria que tenga una finalidad social. Los que llaman gasto a las pensiones las consideran, en el mejor de los casos, una carga ineludible, y en el peor, una rémora para la salud de la economía. Y si su forma de pensar se consolida, es posible que en un futuro no muy lejano las pensiones dejen de ser un derecho para convertirse en el privilegio de unos pocos: los que tengan sueldos lo suficientemente holgados como para pagarse un plan de pensiones privado. 

Esta ideología se llama neoliberalismo y en diez años de crisis ha acabado con millones de puestos de trabajo en toda Europa, ha recortado en servicios sociales básicos como la educación y la sanidad, y ha vaciado la hucha de las pensiones, creada precisamente para que estas no pudieran peligrar nunca. El neoliberalismo promueve la desigualdad y es un peligro para cualquier sociedad que aspire a la justicia y al bienestar de sus ciudadanos. 

Los mayores no son un gasto para el estado, sino una inversión. ¿Cómo se puede mantener una economía viva castigando año tras año al que pronto será el primer grupo por edad de la pirámide poblacional? Mantener las pensiones y subirlas según el IPC ya no sólo es una cuestión de humanidad y solidaridad, sino que puede ser uno de los negocios más rentables para el Estado. Por eso lo llamamos inversión. 

Paca Tricio es la presidenta de la Unión Democrática de Pensionistas y Jubilados de España y en este librito cuenta por qué las pensiones son sólo una parte del problema que tienen los mayores en España. Es un llamamiento a la resistencia, a la lucha activa y cotidiana contra los adalides de la privatización y el egoísmo, y en favor de una forma social, solidaria y comunitaria de entender la vida en sociedad. 



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