jueves, 27 de diciembre de 2018

CORRESPONDENCIA (1912-1942)

En principio las correspondencias no suelen atraerme como género literario, pero siempre hay excepciones que justifican plenamente dedicarles unas horas y disfrutarlas.

De todas las correspondencias reales o ficticias que he leído, recuerdo con especial cariño la de Pedro Salinas con Katherine Whitmore, y las novelas La sociedad literaria y el pastel de piel de patata de Guernsey y 84, Charing Cross Road, dos historias deliciosas contadas en forma de cartas. 

Zweig es uno de mis escritores favoritos, he leído casi todo lo que se ha publicado en español, que es muchísimo, y cuando veo algo nuevo que no he leído siento un maravilloso gusanillo que dice ¡qué ilusión que todavía pueda seguir leyéndole! Sus historias son amenas, sensibles, sabias, van desde las mejores biografías (María Estuardo, mejor que cualquier novela de intriga, María Antonieta, Fouché, Balzac, Dickens, etc.), pasando por sus extraordinarios ensayos como El mundo de ayer o Momentos estelares de la humanidad hasta llegar a sus preciosas novelas como La embriaguez de la metamorfosis, Carta a una desconocida o Novela de ajedrez.

Fue un viajero incansable y eso facilitó que hoy podamos disfrutar de la multitud de cartas que escribió, como estas que intercambió con Frederike, su mujer, quien escribió una biografía de su marido no traducida al español y que confío que alguna vez podamos leer en nuestro idioma. 

Esta correspondencia retrata el perfil de un escritor culto, humanista, y de forma especial refleja la forma en que realizaba su trabajo, como por ejemplo las conferencias que por todo el mundo daba a miles de asistentes. Tuvo un éxito arrollador como escritor y conferenciante, reunía a miles de personas en teatros y salas de conciertos, tenía una economía más que saneada, sus libros se vendían por millones... Hasta que llegó Hitler y el nazismo. Era judío y eso fue su maldición.

Este libro, en sus íntimas confesiones, resume la época más terrible del siglo XX, que no pudo superar. Se suicidó junto a su segunda esposa y secretaria, Lotte, en Petrópolis, Brasil, el 23 de febrero de 1942. Perdimos a un grandísimo escritor. 




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