lunes, 30 de marzo de 2015

CHARLOTTE

A veces termino un libro y necesito correr inmediatamente hacia alguien para decirle: por favor, deja lo que estés haciendo, ahora mismo, tienes que leer esto. Las historias de ciertos libros hacen florecer un entusiasmo que me acelera el pulso y me incita a salir a la calle, a pasear por las noches de primavera para respirar cualquier belleza que se le parezca, para buscar fuera de mí mismo un espejo que refleje la intensidad de lo que he leído. 
Lo ideal es saber a quién dirigir el entusiasmo. Pero no siempre es fácil. Hay libros que producen terremotos interiores tan privados que uno se resiste a desvelar los motivos de su admiración. Explicar la historia, su atractivo, su belleza, su potencia sísmica. Hay que saber hacerlo bien. O si no, desistir, y con un brillo especial en los ojos que alguien sepa reconocer, decir simplemente: léelo
Sin más. Imperativo sin concesiones. Tienes que leerlo. Ya. Ahora. 

Charlotte es Charlotte Salomon, una pintora alemana asesinada en Auschwitz a los veintiséis años. Hija de un médico de prestigio casado en segundas nupcias con una cantante de ópera, la familia de su madre le legó una tendencia al suicidio escalofriante. Su madre, su tía, su abuela, su bisabuela: las mujeres de su familia se suicidaban. Exiliada en el sur de Francia desde 1938, en apenas dos años creó una obra autobiográfica de una sinceridad y originalidad sobrecogedoras, mezclando pintura y textos en más de mil cuadros. El arte le sirvió de refugio contra la locura y el miedo. Revivir su pasado. Hacer resucitar a sus muertos. A su madre, a su tía, a su abuela. Pero también al amor perdido, al amor enterrado en una relación rota por el exilio y recordado hasta la extenuación para mantener la memoria y la voluntad de seguir viviendo. Crear, recrear su vida hecha pedazos para dar un sentido a los latidos que calientan su sangre y que luchan contra el peligro de un mundo que desde fuera y desde dentro quiere su muerte. El arte como la única posibilidad de vivir, el arte como el contenido único de una vida que ha ido perdiendo, muerte a muerte, su razón de ser. Se encierra en sí misma, en sus recuerdos, con los que establece la medida de todas las cosas. Los recuerdos le mueven las manos, le abren los ojos cada mañana, colorean sus días, la animan a seguir. Los recuerdos la definen, alimentan la llama que la proyecta hacia el futuro. 
Su obra, titulada ¿Vida? ¿o teatro?, será un mundo entero, un mundo cerrado y completo, el testimonio descarnado y vibrante de una mujer encerrada en sí misma para tratar de sobrevivir a través del arte a una muerte inevitable. 

Sus cuadros y sus textos me transmiten un ansia de vivir arrolladora. Y también cierta tristeza, cierta desesperación resignada. Una belleza entristecida por un amor que no supo combatir el miedo. 

David Foenkinos ha escrito un libro maravilloso. Formalmente parece un poema. Versos cortos acabados en un punto. Y es lógico, porque hay un aliento poético que recorre la historia como una ensoñación. Lo he leído en trance. Al principio despacio, luego deprisa, sin respirar, luego volviendo a saborear ciertas frases, el impacto de las revelaciones. 

Al pasar la última página de este libro, al mirar el último punto, me he quedado quieto, con la vista perdida en el blanco del papel. Escuchando hacia dentro. Sintiendo el vacío en mi interior como el silencio que hace vibrar en la emoción la resonancia de los últimos acordes de una música estremecedora. 

Charlotte Salomon (1939)


2 comentarios:

  1. Hay poco que decir. Sólo que necesito leer esa historia... Y ojalá encuentre todas esas sensaciones que has reflejado en la reseña... Claro, que cada lector es un mundo, un mundo pequeño, diferente...

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  2. Hay poco que decir. Sólo que necesito leer esa historia... Y ojalá encuentre todas esas sensaciones que has reflejado en la reseña... Claro, que cada lector es un mundo, un mundo pequeño, diferente...

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