martes, 26 de noviembre de 2013

EL TIPO MÁS RARO DEL MUNDO

Con 82 años, Sheldon Horowitz es judío, norteamericano, ex-combatiente en Corea, viudo y abuelo, en ese orden. Vive con su nieta y el marido noruego de esta en Oslo, y cuando sale a pasear mira a izquierda y derecha buscando norcoreanos ocultos tras los árboles, venidos del malvado comunismo para ajustar cuentas con él. Habla en su cabeza con amigos muertos sobre el mejor modo de esconderse o de despistarlos. Carga con un peso histórico a sus espaldas de un modo tan íntimo que parece que ha vivido todas las guerras y genocidios del siglo XX. Cada campo de concentración, cada judío escondido, atemorizado, humillado, desterrado, herido o asesinado le duele de una forma personal. Enarbola su apellido como un emblema, aunque en Noruega apenas haya judíos. Piensa que es un país sin historia. Un país sin memoria, también. Un país de gente benévola y tranquila donde la palabra judío lleva a pensar en un pijama de rayas encima de un esqueleto, en lejanas locuras nazis. En algo aprendido en un libro. Un país donde los judíos no son ese pueblo que ha visto "el ascenso y caída de las tribus y los imperios occidentales (de los babilonios a los galos, de los musulmanes a los Habsburgo o los otomanos)", que ha sido testigo directo y sufriente de la historia y del que "los demás esperamos un veredicto que incluso ahora, todavía ha de llegar."

Pero el libro no va de judíos sino de un judío muy mayor, Sheldon, que presencia un asesinato de una mujer serbia en el salón de su casa de Oslo. Tiene 82 años, así que no puede impedirlo. Pero sí puede coger al hijo de seis años de la víctima y protegerlo de su supuesto padre asesino, huyendo por un país que desconoce. Y así se ve envuelto en un turbio ajuste de cuentas entre serbios y kosovares emigrados, con todas las heridas abiertas tras la independencia de Kosovo en 2008, huye un poco a ciegas con un niño de seis años que no habla ningún idioma que él conozca y despliega un sentido del humor y una inteligencia estrafalaria que los llevan en volandas, por las más disparatadas aventuras, hasta un final de taquicardia.
 
El tipo más raro del mundo es un libro un poco loco y muy divertido, es una novela policiaca con su muerto y su inspectora de policía, y trata muchos temas políticos, sociales y filosóficos que uno no esperaría de un libro con esta portada (y además editado por Espasa). Como muestra del humor tan particular del abuelo Sheldon, una pequeña reflexión sobre la cordura y demencia:
 
"¿Cordura? ¿Quieres saber lo que es la cordura? La cordura es la espesa sopa en la que nos sumergimos para no recordar que vamos a palmarla. Cada vez que emites una opinión, manifiestas una preferencia o pides mostaza marrón en vez de amarilla no estás haciendo otra cosa que evitar pensar en ello. Y a esta capacidad de distraernos a nosotros mismos la llaman cordura. De modo que, cuando llegas al final y te olvidas de si prefieres la mostaza marrón o la amarilla, dicen que te estás volviendo loco. Pero no es así. Lo que sucede realmente es lo siguiente. En esos pequeños momentos seniles de claridad, cuando tu cabeza va de la mostaza marrón a la amarilla como una pelota de tenis a cámara rápida y de repente se detiene, te encuentras en un estado de completa lucidez. Y entonces sucede. Miras desde el otro lado de la red a toda la gente que intenta decidirse entre la mostaza marrón y la amarilla y... ¡ahí está! ¡Sentada en la grada central! ¡La muerte! ¡Ha estado ahí todo el rato! Mostaza a la izquierda y a la derecha, distracciones por todas partes, y la muerte enfrente."

No hay comentarios:

Publicar un comentario