Cada vez me encuentro más a menudo esa idea de que los ricos obtienen su riqueza mediante el trabajo y que, por lo tanto, los pobres son pobres porque no se esfuerzan lo suficiente. Esta idea justifica la desigualdad social y sirve para el discurso político que ataca cualquier tentativa de subir los impuestos a las rentas altas.
Dicen: Si los ricos contribuimos más con nuestros impuestos haremos que los pobres nunca se esfuercen por salir de su pobreza.
Cualquiera diría que insinúan que atajar la desigualdad mediante impuestos perjudicaría la capacidad laboral de los pobres.
Cualquiera diría que insinúan que atajar la desigualdad mediante impuestos perjudicaría la capacidad laboral de los pobres.
Este argumento lo he leído en declaraciones de políticos, lo he escuchado en la librería y aparece con frecuencia en las redacciones de los chavales en los institutos. Y da igual que les respondas con cifras: que si el 26% de la población española está en riesgo de pobreza y exclusión, que si más de dos millones de personas sobreviven con menos de 342€ al mes... Vagos todos, responden. Parásitos todos. La única solución es que se pongan de una vez a trabajar, como hacemos todos.
Todo esto se puede rebatir desde un punto de vista lógico y desde un punto de vista emocional. Pero si la desigualdad empieza a considerarse no sólo inevitable sino incluso deseable, si cambian los valores hasta el punto de que el bien común ya sólo se asocie, como máximo, con una comunidad de vecinos, entonces quizá la lógica y la empatía no sean suficientes y haya que idear nuevas estrategias para poder seguir viviendo en sociedades habitables para la mayoría.
En esta breve crónica personal, Sara Mesa cuenta la historia real de una mujer discapacitada y pobre que no logra la ayuda social a la que tiene derecho debido a las trabas burocráticas de un sistema laberíntico e inhumano. Demuestra que "la administración y algunos medios de comunicación contribuyen indirectamente a la existencia de la aporofobia al crear una imagen distorsionada y magnificada de las ayudas y partidas públicas destinadas a erradicar la pobreza, al tiempo que silencian o maquillan sus graves limitaciones y deficiencias". Y mete el dedo en una llaga invisible para la gran mayoría que no para de crecer.
Es un libro que advierte sobre la deshumanización de los excluidos y la crueldad de una administración cuya burocracia niega lo que sus representantes se enorgullecen de ofrecer. Es un libro urgente, visceral, que incendia por dentro.
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