lunes, 17 de abril de 2017

REGRESO A BERLÍN

Esta es una historia de fantasmas. De fantasmas que viven en nosotros y son, a menudo, más reales a nuestros ojos que las personas de carne y hueso. De fantasmas que nos zarandean los sueños hasta convertirlos en pesadillas, o, peor, hasta partirnos cada noche por la mitad y dejarnos mirando al vacío del insomnio con pavor. 

En 1956, Eric Devon es el perfecto caballero inglés: exquisito, sofisticado, parece que hubiera nacido con la flor en el ojal del esmoquin ya perfectamente colocada. Sin embargo, veinte años atrás se llamaba Erich Dalburg y era un joven escritor alemán perseguido por haber escrito un libro satírico sobre los nazis. ¿Cómo seguir siendo alemán después de 1945? ¿Cómo seguir formando parte de una nación genocida? Eric Devon, al igual que muchos alemanes exiliados, decide romper con su pasado, con su nacionalidad y con todo lo que era su vida antes de 1936 y se convierte en una nueva persona. Pero al cabo de veinte años, su impostura se vuelve insoportable, los fantasmas no le dejan vivir y su mujer le empuja a volver a Alemania para reconciliarse con sus orígenes y tratar de deshacerse de esa culpa colectiva que está minando su salud. 

Al llegar a Berlín, nada es como recordaba. Han pasado once años desde el final de la guerra pero buena parte de la ciudad sigue en ruinas. Eric tiene serias dificultades para orientarse entre los escombros y las calles con nuevos nombres. Sólo los niños parecen no percibir la devastación que han sufrido las casas, y juegan en los solares dejados por los edificios, felices en los confines de su inconsciente imaginación. Los jóvenes se ríen de Hitler, aquel fantoche con su bigotito ridículo y su voz de pito, y su risa separa la generación que no quiere recordar de la generación que nunca podrá olvidar.  Los millones que ayer gritaban Heil Hitler!, por miedo o por convicción, hoy se aprestan a alabar la democracia. Y aunque el pasado sigue ahí, en las mismas narices de uno, en las ciudades con sus heridas aún abiertas, en la total ausencia de nombres judíos, en la cantidad de nazis confesos volviendo a ocupar puestos de responsabilidad en grandes empresas y ministerios, la sensación de Eric es que la gente camina hacia un futuro distinto, con los ojos puestos en la que ya llaman Guerra Fría, con Berlín como escenario protagonista en este nuevo conflicto global. 

Y es inadmisible. Cuando los aliados entraron en Berlín, la población ya contaba con que todos, jóvenes y viejos, nazis y antinazis, tendrían que pagar por lo que había hecho su gobierno. Pero lo que no podían imaginar es que los aliados se dividirían en dos bandos y empezarían otra guerra utilizando como campo de batalla las ruinas de la capital de Alemania, predicando el odio también ellos, dividiendo hogares y familias. Y para reforzar sus posiciones, Estados Unidos rearma a los militares alemanes, a menudos ex-nazis, para convertirlos en fuerzas de choque contra los rusos, porque ¿quién puede luchar mejor contra los comunistas que aquellos que ya lo hicieron en el pasado? 

Esta es una historia de fantasmas. De fantasmas en una Alemania espectral que se debate entre el olvido y sus heridas. De fantasmas antiguos que se desvanecen cuando su misterio sale a la luz y de fantasmas nuevos que emergen bajo formas impredecibles. Y también, es una historia de humanidad y coraje contra la indignidad, una historia de amor contra el horror y una historia de identidad contra el olvido. 


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