Va a hacer ya nueve años que vimos un libro de Impedimenta por primera vez. Y siempre recordaré la sorpresa al descubrir que la sobrecubierta se podía quitar y por debajo se escondía la misma ilustración de la portada pero en vertical y sobre toda la superficie del papel. El libro ya no parecía un libro, se había transformado en algo delicado y bello, en una pequeña obra de arte. Con el tiempo alguna editorial ha intentado hacer cubiertas parecidas, sin demasiado éxito, y muchas han empezado a cuidar los materiales y los diseños, siguiendo la estela marcada por Impedimenta en la elección de una estética más cuidada como seña de identidad.
Es difícil establecer escalas de belleza. El libro más bello hoy puede parecernos menos bello mañana porque los gustos cambian o porque aparece un diseño nuevo que desbanca la anterior idea de belleza. Antes de 2007 poca gente se preocupaba por la belleza de los libros. No hay más que ver fotos de las mesas de novedades de entonces: sobriedad monocromática y ninguna ilustración. Y apenas diez años después, las nuevas editoriales pequeñas, con Impedimenta a la cabeza, no solamente han introducido borbotones de creatividad y de color en el panorama editorial, sino que han dirigido el gusto de los lectores hacia una exigencia de tacto y estética que antes habría sido impensable.
Nos gusta Impedimenta por muchos motivos. El sensorial es el primero. El tacto del papel, las cubiertas, las ilustraciones, los colores. Arrellanarse en el sofá, mirar bien la portada, leer la contraportada y pasar la primera página de un libro suyo es un placer comparable a muy pocos. Y por supuesto, la selección de obras que traducen, tanto los clásicos como los autores contemporáneos. Edith Wharton reina en su catálogo con cinco títulos, de los que me gustó especialmente la exquisita elegancia de La solterona. También leí con delectación La solitaria pasión de Judith Hearn, maravilla turbadora de Brian Moore, un autor irlandés menos conocido de lo que merece, que recomiendo a todo aquel que quiera adentrarse en los estragos que puede causar la soledad en una mujer débil y honesta que esconde en lo más profundo de su inocencia, como la mayoría de nosotros, una inconfesable y abrumadora necesidad de afecto. Y por último, sus libros infantiles editados en la colección La pequeña Impedimenta, de la que hace unos días reseñamos El viaje, una forma inmejorable de contar a los más pequeños las vidas de los refugiados a través de las travesías de un niño que tiene que dejar su hogar y su país.
Impedimenta. Editorial admirada y afín como muy pocas. Por la delicadeza, exquisitez y belleza de sus diseños. Y por hacernos descubrir clásicos modernos que al instante se vuelven imprescindibles.
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