Grecia ha cambiado. En los últimos seis años, Atenas ha sido el escenario de una violencia que no se vivía desde los años setenta. Manifestaciones insistentes y multitudinarias en la plaza Syntagma que terminan invariablemente con gases lacrimógenos, cargas policiales y decenas de heridos; ataques a inmigrantes cometidos por simpatizantes neonazis de Aurora Dorada, y quizá la mayor violencia de todas: los recortes exigidos por la Troika para salvar al país, que han sumido en la pobreza a una cuarta parte de la población griega.
La pobreza se nota en las calles. Se ve en las colas crecientes de la beneficencia, se respira en el humo tóxico que envuelve la ciudad de Salónica en invierno, donde ha cerrado una de cada tres tiendas y las chimeneas han dejado de ser un capricho decorativo en las casas de clase media para, a falta de dinero para el gas o la electricidad, tratar de calentar los hogares como hace medio siglo. Con el cierre abrupto de la televisión pública en junio de 2013, como un efecto más de los recortes, la categoría de lo inimaginable ha dejado de existir para los griegos, que ven cómo la deriva autoritaria de su gobierno coincide con la tendencia europea y es respaldada por quienes apuestan por la austeridad a costa de cualquier sacrificio. Con esta austeridad por bandera, tratan de vender a los griegos una idea de desarrollo basada en la opresión, la tristeza y la sumisión, y lo más terrible es que puede que lo estén consiguiendo. En los dos últimos años las protestas han decaído, pero no porque la situación haya mejorado, como dice el gobierno, sino porque la gente se está acostumbrando a una nueva forma de vivir. Vivir con menos. Vivir sufriendo. Sobrevivir. Es una victoria del capitalismo neoliberal y una derrota de una sociedad que baja la cabeza porque la ilusión se está perdiendo.
Este libro habla de política, de cómo lo inadmisible se convierte en lo cotidiano, de la debacle económica y social de un país aplastado por los recortes europeos, un país que está pasando de la furia generada por la esperanza a la desidia que trae la falta de resultados. Pero sobre todo habla de su gente, cuentas las historias que se esconden detrás de la Historia con mayúscula que algún día aprenderemos en los libros. Esta Historia se resumirá probablemente en dos líneas: desde 2008 Grecia vivió una larga recesión que sumió en la pobreza a una cuarta parte de su población.
Para entender cómo ha podido desmoronarse un país de esta manera, Mariangela Paona nos cuenta pequeñas historias individuales de personas que han vivido y sufrido esta crisis directamente. En estas páginas hay modelos de máscaras antigás que lucen en los escaparates de las tiendas del centro de Atenas, colas de beneficencia sólo para griegos organizadas por Aurora Dorada y la olla de treinta litros que el parado Constas pasea por la ciudad para repartir comida a todo el mundo, médicos que cobran sobornos para atender a pacientes y médicos que montan ambulatorios improvisados para atender a inmigrantes sin papeles y a griegos sin seguro sanitario, neonazis que amenazan y asesinan y todos los griegos que se enfrentan a ellos.
Después de perderse en la maraña de artículos y libros sobre la crisis griega, leer Las cuatro estaciones de Atenas es encontrar los hilos que unen toda la información para poder ver con la perspectiva necesaria un cuadro más coherente del terrible saqueo financiero que ha sufrido Grecia y de las consecuencias directas para su población.
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