viernes, 13 de diciembre de 2013

LA UTILIDAD DE LO INÚTIL

Cada vez que escucho los lamentos sobre el precio de los libros se me llevan los demonios. 
"Es que han subido una barbaridad."
"¿20€? Así no hay quien lea".
"Para eso me compro una revista, que por dos euros me dura casi lo mismo."
Y sobre el infame orgullo de vender libros al peso como si fueran salchichones, este artículo de El País, que viene a darte unas palmaditas en tu hombro desconsolado para decirte: calma, calma, ya pasó, "leer no tiene por qué ser caro". 

La idea de que los libros son caros es relativamente reciente. Desde que los libros pueden piratearse, pagar por ellos se está convirtiendo en un esnobismo. No recuerdo que antes de 2009 viniera gente a por un libro en concreto y se marchara sin él al ver una etiqueta de 18,50€ en la solapa. Sin él y sin vergüenza, más bien con el gesto airado de "a mí tú no me timas". Y como todo lo que se considera caro, ya se empieza a reservar como artículo de regalo. Como un lujo. Y como todo lujo, prescindible. Siempre que veo a alguien renunciar a comprar un libro porque cuesta 20€, pienso que está valorando más su dinero que su inteligencia. Es verdad que leer no tiene utilidad. No se obtienen beneficios cuantificables de la lectura de un libro. Y, al igual que todas las cosas que de verdad significan algo en nuestra vida, leer libros es una actividad total y absolutamente inútil.


Sobre la utilidad de lo inútil trata este librito de Nuccio Ordine que os quiero recomendar hoy. (Por cierto, es novedad, tiene 170 páginas y cuesta 9,50€, no creo que nadie pueda dudar a priori de la relación calidad-precio de este delicado y sutil "salchichón".)
Una de las tesis que propone Ordine es que todo lo útil nos vuelve esclavos de algo. Basamos nuestra existencia en obtener un beneficio. Todo lo que hacemos tiene un fin concreto y material. Dormir, comer, trabajar, negociar, vender, comprar, vivimos dominados por la utilidad de las cosas. Y al convertir lo útil en lo necesario, por inercia o por comodidad, ya no podemos prescindir de ello. 

Esto es muy evidente en la educación. Las asignaturas útiles se priorizan (matemáticas, lengua) y las inútiles se desprecian (música, plástica). Los padres se indignan cuando un libro de texto de plástica cuesta lo mismo que uno de lengua. Dan por supuesto que tiene que tener menos valor puesto que lo que contiene carece de él. O cuando su hijo suspende una de esas asignaturas artísticas llamadas "marías", vacilan entre reírse de la travesurilla del crío o indignarse con el profesor que se cree que puede suspender a alguien en su asignatura inútil. Importan los hechos, siempre los hechos. El mercader de Venecia es un hecho. La expulsión de los judíos de España es un hecho. El teorema de Pitágoras en un hecho. Hechos muertos e inmutables que nada tienen que ver con nosotros, que no nos incumben como personas. Pequeñas islas de conocimiento en el infinito mar de nuestra ignorancia que dejamos morir de inanición al no tender puentes entre ellas y nosotros que las alimenten y les den un sentido. Datos cuantificables, memorizables, absolutos. Datos que son siempre fiables y tienen un resultado previsible al ser reproducidos con fidelidad en un examen. En teoría, la utilidad en la escuela es aprender. En la práctica, es aprobar exámenes. Uno tras otro. Nos convierten en máquinas de aprobar exámenes. Y si aprendemos algo en el proceso, tanto mejor. 

Parece que en el mundo editorial buscar un beneficio es lo único que importa. Cada vez menos gente entiende que algunos libreros nos neguemos a vender ciertos libros. Libros insultantes, libros moralizantes, libros cuyas portadas te arañan las córneas, te revuelven las tripas, te inyectan en la yugular el veneno de la desesperanza, libros-salchichones llenos de gusanos que son un peligro de muerte para cualquier sensibilidad lectora y que dentro de unas semanas afortunadamente irán a parar al vertedero infinito de las vergüenzas editoriales. Libros que los supermercados apilan junto al panettone y que algunos libreros queremos tener lo más lejos posible por una simple cuestión de dignidad profesional. 

Y aun así, libros útiles. Las editoriales que se rebajan a publicar ciertas basuras esgrimen los números para justificarse, incluso para alardear de que de esta manera pueden mantener la literatura de verdad. Yo no quiero mantener la literatura de verdad. En el momento en que la supervivencia de Stefan Zweig o de Dostoievski en mi librería dependa de cuántos ejemplares del éxito salchichonero del momento pueda vender, daré felizmente por terminada mi tarea y me dedicaré a regar mis plantas y tocar el piano en las tardes de lluvia. Estoy cansado de escuchar siempre la pregunta sobre la rentabilidad de lo que vendo: "Dios mío, tres estanterías de poesía, once de ensayo, nueve de clásicos ¿por qué dedicar un espacio y una cantidad considerable de dinero a libros que no se venden lo suficiente para ser rentables?" Hay libros que son intemporales, que esconden secretos de belleza, de sabiduría, de creatividad, de inquietud, de muerte, de vida, de esperanza, de lucha, de felicidad, y por ello, porque son totalmente inútiles y su vida no mengua con los años ni con los siglos, están llenos de futuro. 

Esta pregunta es extrapolable a un Estado cualquiera: ¿por qué dedicar un espacio y una cantidad considerable de dinero a instituciones que no venden lo suficiente para ser rentables? Supongo que porque la educación, la cultura, el arte y la investigación científica son nuestro futuro, porque sin ellas nos quedamos sin curiosidad, sin criterio, sin inspiración, y nos convertimos en una masa uniforme de seres manipulables y anodinos, esclavos de la inhumana utilidad de las cosas que creemos necesitar para vivir.

Nuccio Urdine

Hay muchas formas de entender y explicar la utilidad de lo inútil. El libro de Nuccio Ordine reúne las posiciones de decenas de autores ilustres (poetas, artistas, filósofos, científicos) que a lo largo de la Historia han defendido el valor de lo inútil frente a la dictadura del utilitarismo. Aparece en un momento en que la economía salvaje nos quiere convertir en carne de cañón de su codicia y se presenta a sí mismo como un manifiesto. Persuasivo y beligerante. Entre todos los textos sugerentes de Kant, Leopardi, Einstein, Montaigne o Cicerón, me quedo con una intervención de Víctor Hugo en la Asamblea francesa el 10 de noviembre de 1848: 

Víctor Hugo
"Afirmo, señores, que las reducciones propuestas en el presupuesto especial de las ciencias, las letras y las artes son doblemente perversas. Son insignificantes desde el punto de vista financiero y nocivas desde todos los demás puntos de vista. Esto es de una evidencia tal que apenas me atrevo a someter a la asamblea el resultado del cálculo proporcional que he realizado [...] ¿Qué pensarían, señores, de un particular que, disfrutando de unos ingresos anuales de 1500 francos, dedicara a su desarrollo intelectual una suma muy modesta: 5 francos, y, un día de reforma, quisiera ahorrar a costa de su inteligencia seis céntimos?" 

Hay muchas formas, también, de cultivar la utilidad de lo inútil. Escribir libros es una. Hacer música es otra. Los escritores y los músicos no solemos vivir de lo que hacemos. Pero no nos importa. Lo llevamos bien. Y a la pura felicidad gratuita de hacerlo, se añade la característica que considero más importante: la libertad de crear lo que nos plazca de la manera que nos plazca. La creación siempre quedará, en medio de cualquier alienación utilitarista, como un reducto de libertad incuestionable. Cuando, dentro de muchos años, en alguna vejez predispuesta a la filosofía, alguien me pregunte por el sentido y la utilidad que he encontrado yo en esta vida, probablemente le responderé que el sentido es un misterio insondable pero no hay mayor utilidad que la magia de poder crear, del suave rumor de una tarde de lluvia, un verso o una melodía que perdure. 

1 comentario:

  1. Esta compleja, creativa y aguda reflexión me deja sin palabras, tendré que buscarlas cuando consiga llegar al fondo del análisis necesario que se merece este texto que sin falta me llevará a leer el libro.

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