lunes, 9 de marzo de 2020

ARMONÍAS Y SUAVES CANTOS

Mientras escribo esta reseña suena en la librería "La liberazione di Ruggiero dall'isola di Alcina", de Francesca Caccini (1587-1640). Hasta hace una semana nunca había oído nombrar a esta compositora, y ahora no me la puedo quitar de la cabeza. ¿Qué ha pasado? ¿Cómo es posible que tras una carrera completa en el conservatorio me haya perdido no ya la música de esta mujer, sino incluso la posibilidad de ubicarla en la historia junto a sus homólogos masculinos, tan dotados y exitosos como ella en su época? 

Una constante a lo largo de la historia que todavía perdura, aunque muchos ya no se atrevan a expresarla de manera explícita, es la creencia de que las mujeres no pueden tener la misma capacidad intelectual que los hombres. Esto ha provocado que su educación minara sus ambiciones intelectuales por considerarlas en el mejor de los casos superfluas, y en el peor, antinaturales. En la música ha pasado lo mismo. Tras catorce años de estudios intensivos, la mayoría de los que terminamos el grado superior no hemos estudiado ni tocado ni una sola obra compuesta por una mujer. 

¿Es que no ha habido compositoras a lo largo de la historia? Por supuesto que sí. A pesar de la cultura que niega su capacidad de componer, de su entorno que desconfía de su sexo y les impide desempeñar cargos públicos y formar parte del mundo musical profesional, a pesar del machismo que ha hecho que los hombres no hayan sabido juzgar sus obras más que con condescendencia o con desprecio, ha habido mujeres que han tenido la suerte de tener los medios para componer de manera profesional y la valentía para desafiar a la tradición y desarrollarlos. Este interesantísimo y apasionado ensayo de Anna Beer cuenta las vidas de ocho compositoras maravillosas, desde el siglo XVII hasta finales del XX, que si no están en el canon de la música clásica occidental no es por su falta de talento, sino por el simple hecho de ser mujeres. 

Francesca Caccini, Barbara Strozzi, Elizabeth Jacquet de la Guerre, Marianna Martines, Fanny Mendelssohn, Clara Schumann, Lili Boulanger, Elizabeth Maconchy. Estas ocho mujeres conocieron el éxito y el apoyo de un público rendido a su talento. Algunas fueron predilectas de reyes y reinas, otras lucharon contra las sombras alargadas de sus maridos o hermanos y consiguieron superarlas. A todas les pusieron trabas y a todas les negaron el reconocimiento una vez muertas porque se salían de la norma, porque eran "especiales", en definitiva, porque eran mujeres y en un mundo donde lo universal siempre es masculino por defecto, las mujeres no pueden entrar por derecho propio en ningún canon. 

Anna Beer
Resulta doloroso leer la cantidad de prejuicios e impedimentos que tuvieron que afrontar estas mujeres para poder desarrollar su arte. Y me admira imaginar qué logros musicales habrían alcanzado si hubieran podido componer confiando en la legitimidad de su labor y sin trabas económicas, familiares y sociales, al igual que componían la mayoría de sus compañeros masculinos. 

Escucho la música de Francesca Caccini y me doy cuenta de la imposibilidad de juzgar la música por el sexo de quien la crea. No existe música femenina ni música masculina. Sólo música, buena y mala. Y la de estas compositoras merece ser escuchada por lo que vale y lo que es, un triunfo de nuestra historia musical. 



No hay comentarios:

Publicar un comentario