jueves, 6 de febrero de 2020

HIJOS DEL ANCHO MUNDO

Leí esta novela por primera vez hace diez años, y al releerla ahora, me he dado cuenta de hasta qué punto la había olvidado. ¿Cómo es posible olvidar algo tan bueno? Recordaba imágenes sueltas: la imagen de una Etiopía desconocida, desde la ocupación italiana en los años treinta hasta la independencia de Eritrea en los setenta, y cómo la turbulencia política influye en el microcosmos del hospital; algún rasgo de algún personaje; algo de ese parto prodigioso del que nacen los hermanos protagonistas y que se prolonga durante casi ochenta páginas. Pero me había olvidado de lo esencial, del talento de Abraham Verghese para construir personajes inolvidables con cariño e ironía, y hacerte reír, pensar, llorar y sentir en cada página. 

Marion y Shiva nacen con sus cabezas pegadas por una fina membrana que el médico corta tras sacarlos del vientre de su madre. De padres médicos, el hospital Missing es su hábitat natural, y la práctica de la medicina, la vocación de sus vidas. Inseparables desde siempre, cuando se tocan sus cabezas sienten seguridad y plenitud, es un hogar en el fin del mundo. Se mueven y responden como un solo organismo. Cuando uno corre sin el otro a su lado se nota extraño, como si le faltara algo. Como si fuera desnudo.

Estamos en los años cuarenta y la madre de los gemelos es una enfermera misionera india que ha viajado hasta Etiopía para llevar la curación y la palabra de dios adonde más las necesitan, porque ha aprendido que el hogar no es de donde eres sino donde te necesitan. La India está muy presente en toda la historia, a través de la nostalgia por el hogar de varios de los personajes, y de los aromas a especias que salen de las cocinas. Ya sólo esta mezcla de dos culturas tan distintas, junto a la propia historia de Etiopía, con su pasado imperial y la ocupación italiana, darían para una novela interesantísima. Pero lo mejor de Hijos del ancho mundo no es el contexto histórico, por apasionante que sea, ni la mezcla cultural, ni siquiera el amor por la práctica de la medicina. Lo mejor de Hijos del ancho mundo son sus personajes. 

Ghosh, Hema, Marion y Shiva tienen tanto magnetismo, tanta fuerza vital, que resulta imposible no incorporarlos a tu vida, no hacerlos tuyos, no sentir lo que sienten, vivir lo que viven, ansiar lo que desean. Esta es una novela de personajes, porque ellos son tan poderosos que logran eclipsar cualquier tema. Podríamos quitar las convulsiones políticas y sociales de Etiopía, podríamos olvidar la India, los exilios y hasta la medicina, y Ghosh, Hema, Marion y Shiva seguirían siendo una familia a la que cualquiera desearía con todas sus fuerzas pertenecer. 

Abraham Verghese
Aunque más de la mitad de la novela transcurre en Etiopía, a través de los ojos de los protagonistas también vemos otros lugares en los que ni la medicina ni la muerte se perciben de la misma forma. En Etiopía, nos cuenta Marion, la gente iba al hospital sabiendo que el resultado más probable era la muerte. Por eso la sorpresa era que los médicos curaran. En Estados Unidos, sin embargo, la gente iba al hospital confiando ciegamente en la curación. Por eso la sorpresa era que los médicos no pudieran hacerlo. En el país africano la muerte era la norma. En Estados Unidos, como si fueran inmortales, la muerte era la sorpresa.

Me alegro mucho de haber olvidado tanto esta novela. Ojalá mi olvido trabaje con la misma eficacia en los próximos años y en 2030 pueda volver a ella para disfrutarla de nuevo con una mirada virgen y asombrada ante las sorpresas y los matices. Y, como Hema, sentir la felicidad como dos ojos relucientes como diamantes y las manos con las palmas alzadas al cielo, dando gracias.



2 comentarios:

  1. Lo leí gracias a vosotros el verano de 2010.Lo terminé en el avión que me llevaba a vivir por unos años a Brasil. Lo he recomendado tantas veces...Uno de los mejores libros que he leído. Gracias!

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  2. Qué alegría que lo recuerdes con tanto cariño. Es un libro que deja huella. Gracias por comentar.

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