jueves, 28 de febrero de 2019

LA VERDAD MÁS PROFUNDA

Hay libros-espejo y libros-ventana. Cuando era más joven leía sobre todo libros-ventana: lo que me interesaba de la literatura era descubrir cosas que fueran muy distintas a mí. Hace unos años me obsesioné con los libros-espejo: necesitaba leer historias que por la forma o el contenido reflejaran lo que creía que había en mi interior (o lo que quería que hubiera). Y me di cuenta de que cuanto más íntimo era un libro, más fácil era escribir sobre él: bastaba con convertir la reseña en una confesión, en una entrada de diario camuflada bajo el pretexto de contar una trama literaria o transmitir un entusiasmo por algo externo. Bastaba con mirarse en el libro y reconocerse en el espejo. 

He seguido leyendo libros-espejo con fruición. Al final, son los que más disfruto, me incitan a un ejercicio de introspección y búsqueda interior que convierten el acto de leer en algo en cierto modo trascendente, algo más allá de cualquier historia concreta. Pero leer siempre libros-espejo conlleva el riesgo de pasar demasiado tiempo mirándose hacia dentro, y es una lástima perder el hábito de leer como un mero observador, de asomarse a un libro y que todo sea paisaje nuevo por descubrir. 

Yo utilizo los libros-ventana como válvula de escape. Pueden ser ensayos históricos, reportajes periodísticos, o la mejor evasión que conozco: novelas policiacas. 

La verdad más profunda es un libro-ventana en toda regla. Y eso que toca temas importantes y dolorosos: el tráfico de drogas, el chantaje, la corrupción policial o la obsesión por acercarse a la verdad de un misterio, aunque desvelarlo pueda destrozar la vida de mucha gente. Pero lo he leído con la emoción superficial de cualquiera que se entrega a una aventura que no va a dejar mucha huella pero que, precisamente por ello, se disfruta a toda máquina y sin contemplaciones. 

Me ha recordado bastante a las mejores novelas de Dennis Lehane, por el contexto geográfico (todo transcurre en un pueblito costero al norte del estado de Maine) y por la habilidad para construir una trama adictiva y contundente. Y he descubierto a un autor al que, sin duda, volveré cuando me vuelva a empachar de novelas-espejo y necesite aire fresco, diversión y un plato suculento que me sacie sin dejar secuelas. 



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