jueves, 21 de febrero de 2019

SAPPHIRA Y LA JOVEN ESCLAVA

Me las estoy reservando. Y es que no son muchas. Apenas una docena de novelas escribió Willa Cather, de las que en español está disponible sólo la mitad. Y tras empezar el año pasado con Pioneros y caer enamorado perdido de esta mujer, he decidido ir poquito a poco, quizá a novela por año si aguanto las ganas, para prolongar el placer asegurado que proporciona sumergirse en la literatura de esta grandísima escritora estadounidense; de las mejores, sin duda, de la literatura universal. 

Willa Cather escribió Sapphira y la joven esclava con más de sesenta años, a finales de los años treinta. En la que sería su última novela, recrea una sociedad que ya había desaparecido hacía muchas décadas: la Virginia rural y esclavista de 1856. Sitúa la acción en la misma zona rural donde ella se crió y se nota el cariño en la minuciosidad de las descripciones de los árboles, los ríos, los pájaros y la exuberancia de la naturaleza cambiante de aquellas tierras generosas habitadas por gente solitaria y humilde. La novela es un canto de amor a la sociedad que acogió su infancia, ya desaparecida, a la vez que un grito de protesta contra la impunidad con la que ciertos hombres han abusado siempre de las mujeres para divertirse o reafirmar su autoestima. 

Y este es el tema de la novela, la violencia contra las mujeres. Violencia que en esta ocasión aparece siempre velada bajo la forma del acoso, de la amenaza, del ruido amortiguado de unos pasos que se acercan por un pasillo en medio de la noche. Miradas, bromas, gestos que van atenazando de angustia el corazón de la víctima hasta que no pueda más y todo salte por los aires. 

Como en Pioneros, ningún personaje importante de la novela se queda sin su infinita variedad de matices y de sombras. La esclavitud es un tema que ha dado pie a innumerables novelas, y que no pasa de moda (el reciente éxito de El Ferrocarril subterráneo es una buena prueba de ello). Pero Willa Cather utiliza la esclavitud, incluso el racismo, como marco, relegándolo a un segundo plano, a un telón de fondo. Condiciona a los personajes, sin duda, pero lo que le interesa es profundizar en las relaciones íntimas de las mujeres, madres, hijas, amas, esclavas, y cómo afrontan la presencia, a veces benigna, a menudo maligna, de los hombres a su alrededor. 

Otra joyita catheriana que atesorar. Además, en una edición preciosa, como suelen ser siempre las ediciones de Impedimenta. Hasta la próxima, querida Willa. No tardaré en volver a tus páginas. 



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