lunes, 20 de agosto de 2018

CONCHA MÉNDEZ: MEMORIAS HABLADAS, MEMORIAS ARMADAS (Firma invitada)

Con este título tan sugerente, Paloma Ulacia Altolaguirre va desgranando y ordenando las memorias dictadas a viva voz, y grabadas en cintas de radiocassette en los años ochenta, por su abuela Concha Méndez. ¿Y quién es Concha Méndez?, se preguntarán muchos ahora mismo. Concha Méndez fue una de esas tantas grandes mujeres que tradicionalmente se ha dicho que había detrás de un gran hombre. Históricamente, la posición de la mujer ha estado relegada a la de su padre, su esposo o sus hijos, y ha habido que realizar una labor casi paleográfica en las últimas décadas para poner rostro, voz y presencia a mujeres que por sí mismas emprendieron grandes cambios personales, culturales y sociales.

Hace pocos años, gracias al documental y libro homónimo Las sinsombrero, conocimos la figura de una serie de mujeres coetáneas a los grandes nombres masculinos de la generación del 27 que trabajaron codo a codo con ellos y crearon una literatura igual de importante que la suya, pero que quedó nublada por la obra de sus compañeros varones. Maruja Mallo en pintura, María Zambrano en filosofía y literatura, Marga Gil en escultura e ilustración y Rosa Chacel, María Teresa León, Ernestina de Champourcín, Luisa Carnés, Concha Méndez y Josefina de la Torre en poesía, ensayo, teatro y novela produjeron una obra de una calidad igual o superior a la de algunos de los poetas repetidamente antologados desde aquella primera colección de textos recogida por Gerardo Diego.

En este libro de memorias, Concha Méndez le va relatando a su nieta Paloma cómo poco a poco fue liberándose de las trabas de su clase social, su sexo y su tiempo. Concha Méndez trabó una amistad muy importante con Maruja Mallo. Ambas fueron las precursoras del sinsombrerismo y se atrevieron a salir a pasearse por las calles de Madrid sin sombrero, lo que las convertía en unas "cualquiera" para la sociedad tradicional y machista del momento. 

Pero si su mayor acto de rebeldía hubiera sido solo quitarse el sombrero, quizás ahora no estaríamos aquí hablando de la figura de una de las más importantes poetas de su generación. Concha Méndez no solo luchó contra la sociedad puritana de los años veinte y treinta, sino que se rebeló contra su familia y logró marcharse de casa en cuanto fue mayor de edad –en aquel entonces, a los veinticinco años–. Leemos en sus memorias: "El viaje era un deseo que nació en mi infancia cuando miré desde mi pupitre los mapas suspendidos en el muro del colegio. Viajar era viajar, pero era también liberarme de mi medio ambiente, que me impedía crear un mundo propio, propicio para la poesía. Vivir". Y, desde luego, descubrimos a Concha en estas memorias como una gran viajera y aventurera que recorrió Inglaterra, Francia, México o Argentina.



Además de aventurera, Concha se convirtió junto a su marido Manuel Altolaguirre en una de las editoras más importantes del panorama cultural español del momento. En su imprenta editaron la revista Litoral y dieron alas al sueño de Neruda con su Caballo verde para la poesía, dirigida por él pero elaborada íntegramente por ellos.

También llegó a ser agregada cultural y consiguió una credencial como periodista en sus años en Argentina. No dejó de experimentar formas literarias, combinando la escritura de poesía con la de teatro, cine, narración y ensayo. Desde el humor más inocente cuenta cómo escribía poesía mientras pelaba y cortaba cebollas porque la poesía manaba de su mente y de su corazón como un torrente imparable. Y mezclado con ese tono tierno e incluso infantil, nos narra las emociones tan dolorosas que supuso conocer en la distancia los estragos que la guerra civil iba causando en España y en sus amigos íntimos, entre ellos García Lorca.

Escribir sobre este libro sin hablar de mí misma sería una traición. Mi educación poética se basa especialmente en la lectura de los grandes autores de la generación del 27 y, aunque la antología que manejé en mis años de estudiante necesita muchas enmiendas y mejoras, también en ella descubrí la poesía de Concha Méndez, que desde entonces se convirtió para mí en un referente poético que no he dejado de enseñar en mis clases.

Al nacer cada mañana
me pongo un corazón nuevo
que me entra por la ventana.

Sensibilidad, popularismo en las rimas y el surrealismo presente en buena parte de la obra poética de los escritores y escritoras del 27 son los que vertebran la poesía de Concha. Este libro editado con tanto mimo por la editorial Renacimiento es la excusa perfecta para reconciliarnos con una de las mejores poetas de nuestro panorama literario de todo el siglo XX.



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