jueves, 24 de mayo de 2018

LA SEMILLA DEL ODIO

Mónica G. Prieto y Javier Espinosa, corresponsales de guerra especializados en Oriente Próximo, realizaron continuos viajes a Irak desde 2002 hasta 2010 para intentar plasmar la realidad cambiante del país en sus años más turbulentos a través de decenas de testimonios de todos los bandos en conflicto. Buena parte de sus reportajes forman el armazón de este libro, un intento de explicar cómo y por qué surgió el odio tribal desenfrenado del que nacería el terrorismo del Estado Islámico de Irak y, más tarde, del ISIS.

En los países occidentales nos hemos hecho una idea de la guerra de Irak a través de las noticias y de ciertas películas: noticias que a menudo se limitaban a mostrar lo escabroso de los atentados, y películas en las que la realidad se percibía a través de la mirilla del fusil de un soldado americano. Este libro consigue dar la vuelta a esa visión y enseñarnos cómo la invasión de Estados Unidos desató un odio entre musulmanes que había estado dormido durante décadas, provocó caos y desgobierno, criminalizó a la población suní apoyando a la chií y, en vez de libertad y prosperidad, contribuyó a crear miseria, violencia y terror.

Estados Unidos y sus aliados invadieron Irak en marzo de 2003. Entre otras cosas, acusaban al gobierno de Sadam Huseín de tener armas de destrucción masiva y de colaborar con Al Qaeda, y prometían liberar a la población iraquí del yugo de una dictadura que llevaba veinticuatro años desangrando a su pueblo en guerras sin sentido y sometiéndolo al capricho de su dictador egomaníaco. Las premisas de la ocupación se demostraron falsas pero la mayoría de los soldados occidentales siguieron creyéndose su papel redentor en Irak durante muchos años, a pesar de que todos los iraquíes, a partir de 2004, pudieron constatar que el horror de la dictadura no había sido nada comparado con lo que se les venía encima.

Y es que los invasores pronto demostraron que no habían venido a Irak a salvar a su población de un tirano sino a hacer negocio a costa de un pueblo oprimido y en la miseria. La imagen de los tanques estadounidenses, en los días posteriores a la invasión, protegiendo el Banco Central y el Ministerio de Pétroleo en Bagdad mientras contemplaban indiferentes el saqueo del patrimonio histórico o de los hospitales encendió el resentimiento de la población. Si a esto añadimos la criminalización de la minoría suní (el grupo musulmán favorecido por la dictadura), y el ascenso de la mayoría chií al poder propiciada por las tropas de ocupación, entenderemos que la indignación contra los americanos hirviera en todo el país y se volviera terriblemente violenta.

En un Irak donde la religión no había sido un elemento clave y donde chiíes y suníes habían convivido en relativa calma durante décadas, renació el fervor religioso y la identidad étnica como forma de aferrarse a un grupo y protegerse frente a la ocupación y la miseria. La invasión y el surgimiento del terrorismo abonaron el terreno para la expansión del odio. Los suníes represaliados, expertos militares, unieron sus fuerzas a los yihadistas, con los que no compartían más que el enemigo común, y juntos concibieron el embrión del Estado Islámico de Irak, la organización más siniestra, sangrienta y formidable de la antigua Mesopotamia, de la que surgiría el ISIS. 

Este es un libro sobre el odio. Sobre cómo cientos de miles de personas se refugian en una identidad colectiva (una nacionalidad, una religión, una etnia) para hacer frente al miedo y cómo esa identidad, para sobrevivir, se vuelve asesina. Es un libro sobre lo fácil que es considerar al diferente como enemigo y justificar la muerte del contrario en nombre de una idea, un dios o una patria. Americanos contra iraquíes, chíies contra suníes, kurdos contra árabes, entre 2003 y 2008 Irak se volvió uno de los peores infiernos sobre la tierra debido al auge de unas identidades intolerantes que recurrieron a los asesinatos indiscriminados para sobrevivir. 




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