jueves, 20 de abril de 2017

UN AMAR ARDIENTE

Mi enhorabuena a la editorial Flores Raras por la publicación de esta antología de Poemas a la virreina escritos por Sor Juana Inés de la Cruz (México 1648-1695), seleccionados, reinterpretados, reordenados y recuperados por Sergio Téllez-Pon, y con un prólogo de Ramón Martínez, que como bien dice hay que agradecer a Sor Juana porque estos poemas son ya patrimonio amoroso de toda la Humanidad.

Esta selección tiene un interés muy especial porque visibiliza matices importantes en la relación que tuvo Sor Juana con la condesa de Paredes, María Luisa Gonzaga Manrique de Lara, virreina en México entre los años 1680 y 1686, durante los cuales fue mecenas de Sor Juana y artífice, a su regreso a España, de la publicación de sus escritos.

Octavio Paz escribió: "Sor Juana sobresale en la expresión del sentimiento amoroso y de sus trances: encuentros, despedidas, celos, llantos, risas, soledad. Poesía  no del amor divino, sino del humano y que solo puede compararse a la de Lope de Vega y a la de Quevedo. Es un remanso de agua en la que el enamorado, a un tiempo, se retrata y se anula".

Esta escritora, poeta y dramaturga del Siglo de Oro literario en español era hija de un militar español que no se casó con su madre y tampoco se ocupó de ella. Con quince años ya demostró su gran inteligencia y los muchos conocimientos que había adquirido al entrar en la corte del virrey marqués de Mancera. Intentó convencer a su madre para que la dejara disfrazarse de hombre y así poder ingresar en la universidad, ya que las mujeres no podían acceder a ella. Al no conseguirlo, decidió entrar en el convento de las Carmelitas, donde, a causa de su rigidez extrema, enfermó. Al tiempo se vio obligada a salir pero no abandonó su idea e ingresó en la Orden de los Jerónimos, donde las normas eran más flexibles y pudo disponer de una celda con dos pisos y sirvientas. Se quedó allí el resto de su vida porque le permitían estudiar, escribir, celebrar tertulias y recibir visitas como las muy frecuentes de las dos virreinas. La llamaban "la muy querida de la virreina".

Para comprender hasta qué punto fue liberadora su amistad con la condesa hay que decir que Sor Juana estaba subordinada al régimen que le imponía su confesor, el padre jesuita Antonio Núñez de Miranda, uno de los jerarcas católicos más poderosos de la Nueva España. El Padre Núñez estipulaba en sus comunicados a las monjas que para alcanzar la santidad, además del voto de clausura y de castidad, las monjas debían confirmar su voto de obediencia hacia él como guía espiritual, renunciando a su propia voluntad y a su libre albedrío. Llegó un punto en que la inteligencia de Sor Juana se rebeló y en 1682 escribió una famosa carta titulada "Autodefensa espiritual" en la que cometió la osadía de poner fin a las órdenes del Padre Núñez.

Sor Juana Inés de la Cruz
Años más tarde, por desgracia, se reconcilió con él y la obligó a dejar de escribir y a deshacerse de su biblioteca y su colección de instrumentos musicales y científicos, ¡Cuánto daño han hecho los hombres con poder en nombre de la religión! Por fortuna contó con la admiración del obispo de Yucatán, que se encargó de publicar los dos primeros tomos de sus obras inéditas en España cuando fue obligada a destruir su obra.

Sor Juana no solamente escribió poemas. Administró el convento y realizó experimentos científicos. Abogó por la igualdad de los sexos y por los derechos fundamentales de las mujeres. Los poemas que aquí se recogen son un testimonio claro de los sentimientos que albergaron estas dos mujeres, sor Juana llamaba Lysi a la condesa, prisioneras ambas de los prejuicios de su época, incluso de la nuestra. Ojalá se siga investigando para continuar con la tarea de visibilizar tantas relaciones condenadas a la oscuridad, cuando no debería ser así.



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