martes, 16 de febrero de 2016

CARTAS A KATHERINE WHITMORE

Con un placer especial, esta semana he vuelto a tener en mis manos una nueva edición de las Cartas a Katherine del poeta Pedro Salinas, unas cartas que se publicaron por primera vez en 2004 después de que hubieran transcurrido veinte años de la muerte de Katherine, según fue su voluntad. Abarcan desde 1932 a 1947.

Esas maravillosas y apasionadas cartas cambiaron la perspectiva que hasta entonces se había tenido de la vida de Salinas y especialmente de la identidad de la persona que había inspirado lo mejor de su poética, la trilogía formada por La voz a ti debida, Razón de amor y Largo lamento.

Cuando las leí por primera vez hace doce años me deslumbraron. Antes había leído su poesía, pero después de leer las cartas tuve que volver de nuevo a ella con otra mirada porque su significado cambió. En esa correspondencia y también en la que mantuvo tantos años con su mejor amigo el poeta Jorge Guillén, con su mujer, Margarita, con sus hijos, con tantos amigos poetas de la Generación del 27 donde también estaban las mujeres, aquellas que llamaban "Sin Sombrero" como María Zambrano o Rosa Chacel, descubrí su nostalgia, su profundo amor por España y también su dolor por el exilio, por no haber podido regresar a su país, del que se marchó de forma provisional para realizar un curso como profesor invitado y al que la guerra civil impidió regresar, como le pasó a la mayoría de la disidencia intelectual. 

Escritores, poetas y artistas tan importantes como Alberti, León Felipe, María Zambrano, Jorge Guillén, Luis Cernuda, Max Aub, Ayala, Bergamín, Buñuel, Sender, Pau Casals, Halffter, Madariaga, Margarita Xirgu..., todos tuvieron que exiliarse.

Una reflexión sobre su poesía que refleja la nostalgia del exilio: "estos poemas los escribí lejos de mi país, cada vez más mío en mi querer y sueño..., abrazado a mi idioma como incomparable bien".

En estas cartas, Salinas refleja de forma bellísima y explícita el "amor en vilo" que en su madurez le inspiró Katherine, una profesora norteamericana de literatura con la que compartió un tiempo breve pero intenso de esa vida poética, donde exponía y deshacía sus juegos intelectuales, sus pasiones, sus temores y sus esperanzas más recónditas.

Dentro de mí, Pedro Salinas sigue viviendo en su poesía. Ha sido uno de los regalos más importantes que he recibido en mi larga travesía como lectora y librera.


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