He disfrutado tanto de esta entrevista como si hubiera participado en ella y he sentido el privilegio de impregnarme del optimismo, la vitalidad, el humor y la creatividad que desprende Manuela.
En 218 páginas hace un análisis de la política española desde la Transición hasta ahora, con una crítica constructiva de todos los partidos, especialmente de los de izquierda, pero no sólo eso: nos cuenta la situación social y el ambiente de la época de sus padres y abuelos, en aquel Madrid mísero en el que tuvo la suerte de nacer dentro de una familia acogedora de lo que entonces podía ser clase media. Temas tan interesantes como la educación emocional, la violencia de género, la filosofía de la felicidad, la sexualidad, la justicia universal y la involución de la ley de Zapatero del 2005 sobre la paz y el desarme, o la teoría de Concepción Arenal sobre las guerras, tan actual en este momento, los analiza con lucidez y perspectiva.
Su paso por la escuela de monjas de las Damas Negras francesas le ocasionó contradicciones como nos pasó a tantas de aquella generación que pertenecíamos a familias republicanas no creyentes y tuvimos que asistir a colegios que impartían religión. Su madre le había regalado un libro, "El Conde de Montecristo", y las monjas le dijeron que estaba prohibido. ¡Vaya dilema! Se vio obligada a quemarlo en la calefacción central de su casa, que tenía una rejilla.
Otra anécdota que cuenta me ha recordado cómo eran ciertas cosas en los años cincuenta. Tengo dos años más que Manuela y, como ella, estudié Comercio con 12 años. En mi caso, al año siguiente, con 13, ya estaba trabajando en las oficinas de una editorial, sin dejar de estudiar. También comparto su opinión respecto a un apunte que hace sobre la sexualidad y el desamor.
Me ha gustado su relato de su paso por el instituto, por la facultad de Derecho, su experiencia laboral como jueza en una época en la que pocas mujeres conseguían alcanzar puestos de responsabilidad, viviendo esa etapa efervescente en la que la juventud, al final del franquismo, se lanzó a probar nuevos modos de relaciones personales y emotivas porque a nuestra generación nada de lo de antes nos servía. Fuimos muy iconoclastas. La gente joven que trabaja ahora con ella se sorprende de que en aquella época de nuestra juventud había otro tipo de libertad mucho más divertida.
Volviendo a la actualidad, nos cuenta lo importante que es para ella conseguir que la gente se sienta que no es insignificante, que alguien no es indiferente a su situación, que se va a ocupar de ella. Ese sentimiento notas que lo traslada diariamente a su tarea como alcaldesa, recibiendo a toda persona que solicita una entrevista con ella, aunque esté de paso por Cibeles sin haber pedido citad previa.
No le importa desprenderse de los libros de su biblioteca si sabe que quien los recibe los va a leer, otra coincidencia que comparto con ella. En mi dedicación a los libros durante 60 años tengo una exigua biblioteca porque siempre me interesó más leer que tener.
Tiene mil ideas para resolver problemas cotidianos. Uno de sus proyectos es restaurar el Palacio de la Duquesa de Osuna en el Parque de El Capricho porque debajo existe un búnker de la época de la guerra civil y quiere convertirlo en museo.
Su personalidad desprende dos características que se complementan, equilibrando su sentido justiciero con su bondad innata. Le gusta la soledad deseada y recuerda con cariño una excursión en bicicleta bordeando el Danubio. A mí, ella me recuerda aquella época añorada de Tierno Galván.
Este libro es una delicia que nos trasmite la serenidad, la vitalidad y el humor de esta mujer de 71 años que cuando se despierta por las mañanas siente alegría y unas ganas enormes de tomarse un café para salir a resolver problemas utilizando su ingenio y su creatividad.
Un precioso regalo de Navidad.
(Recomendado por Isabel)
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