lunes, 29 de diciembre de 2014

LA TRAMA NUPCIAL

Nadie se enamoraría si antes no hubiera leído sobre el amor. 
Madeleine, la protagonista de esta novela, lee compulsivamente. Le apasionan las novelas del siglo XIX escritas por mujeres, Jane Austen, Edith Wharton, George Eliot, es decir, le apasionan las novelas de amor. Y por lo tanto, enredando la lógica de Roland Barthes que estudia en un curso de semiótica, no puede evitar enamorarse.  

La trama nupcial, con ecos de Paul Auster y Jonathan Franzen, es una novela sobre el amor, sobre la idea del amor en unos jóvenes inteligentes, idealistas y desesperadamente lúcidos que buscan algún tipo de felicidad en medio de la decrepitud de las creencias. 
Es una novela sobre la juventud, esa edad de las transformaciones radicales, último reducto de la libertad total e irresponsable, en la que aún nos podemos permitir fluctuar de personalidad a nuestro antojo, como si fuéramos actores cambiando constantemente de obra y de personaje, de Otelo a Estragon esperando a Godot, de Ofelia a la Señorita Julia esperando a la muerte. Actores buscando una identidad sin máscara en la que descansar sin hallarla nunca, colgando al borde de un abismo entre dos amenazas. Ante ellos se cierne un futuro inabarcable que les ofrece libertad para escoger, para desechar lo que les disgusta y comportarse sin preocupaciones. Pero poco a poco, las decepciones y los pequeños fracasos transforman la ingenuidad en miedo, su optimismo se matiza y pronto empezarán a renunciar a la libertad de perseguir sus deseos a cambio de comprometerse con un trabajo, una pareja, una soledad trágica, cualquier cosa que les dé seguridad y una mínima garantía contra posteriores pérdidas. 

La trama nupcial es una novela sobre dos chicos y una chica, vértices de un triángulo amoroso desigual y volátil, que van a la universidad a aprender a vivir, además de a aprobar exámenes. Escogen las preguntas difíciles, aquello que les hace cuestionarse a sí mismos como seres inteligentes y emocionales, aquello que les ataca con ganchos directos a la base de sus aún tiernas y delicadas convicciones. No buscan argumentos irrefutables para apuntalar sus barricadas ideológicas ni pretenden a toda costa atacar y denunciar y convertir a media humanidad en malvada para reafirmarse en lo que son. Principalmente porque admiten que no tienen ni idea de lo que son. Ni de lo que en verdad quieren. Quieren descubrir. Experimentar. Dejarse llevar por el deseo. Por los impulsos. Viajar al otro lado del mundo. Cuidar a mendigos en Calcuta y comprometerse con una novio bipolar. Entregarse a causas perdidas y a amores enfermos, sublimes e imposibles. Y se lanzan a ello, para demostrarse que no es muy sano tener 22 años y estar siempre a priori de acuerdo con uno mismo.

Jeffrey Eugenides

La trama nupcial es una novela sobre el amor y la enfermedad. Sobre jóvenes que se cuestionan y apuestan por un ideal, por una ilusión que nada más tocarla ya empieza a resquebrajarse, pero que siempre esperan encontrar la oportunidad que la vuelva a dejar nueva y reluciente. Tienen cualidades excepcionales. Viven su vida con una intensidad amplificada, como un equipo de música a un volumen atronador, y a veces, sin darse cuenta, el sonido se les distorsiona y su personalidad se vuelve una amenaza para ellos mismos y las personas que les quieren. Pero viven. Y disfrutan. Es una novela idealista y multidireccional. Que acepta que el amor puede ser una imitación de algo aprendido, un sentimiento de mentira, una convención social. Pero no tiene por qué serlo. No necesariamente. No siempre. No si te esfuerzas en quitarle la máscara y besar a la persona que se esconde detrás del personaje. 




No hay comentarios:

Publicar un comentario