jueves, 29 de mayo de 2014

EN EL JARDÍN DE LAS BESTIAS

En el verano de 1933, un historiador americano llamado William Edward Dodd llegaba a Berlín con su familia como nuevo embajador de los Estados Unidos en Alemania. A pesar de las noticias vagamente alarmantes que había leído en periódicos estadounidenses sobre la violencia contra los judíos, en la capital alemana se respiraba una normalidad muy seductora para cualquier extranjero. Además, los judíos tampoco eran muy apreciados en América: había una opinión bastante extendida que decía que si en Alemania lo estaban pasando mal, algo habrían hecho.

Nadie pensaba que ese político descerebrado e histérico llamado Hitler pudiera durar en el poder mucho tiempo. Es cierto que había que aprender a saludar con el brazo derecho en alto ante el paso de los numerosos desfiles nazis, a menos que uno quisiera arriesgarse a recibir una paliza por no mostrar el debido respeto. Pero en general, a ojos de un extranjero recién llegado como el embajador Dodd, en 1933 Berlín era una capital europea efervescente, llena de vida y cosmopolita.

Sin embargo, a las pocas semanas, Dodd empezó a notar las primeras notas discordantes. Bajo esta aparente normalidad, y en un período de tiempo sorprendentemente rápido, el gobierno había llevado a cabo, subterráneamente, un proceso que se llegó a conocer como Selbstgleichschaltung, o "autocoordinación", mediante el cual se inducía a poner a los ciudadanos e instituciones sociales y culturales en línea con las creencias y actitudes del partido nazi. La obligación del saludo hitleriano, la censura de la prensa, la prohibición de realizar críticas al gobierno, el acoso legislativo y social de los judíos, ejemplos de cómo el gobierno nazi maniobraba para sembrar un miedo en la población que la fuera paralizando y volviéndola dócil y sumisa frente a la violencia que necesitaba emplear para llevar a cabo su delirante proyecto del Reich milenario.

Centrado en la devolución de la deuda que Alemania había contraído con Estados Unidos en los últimos años, el gobierno de Roosevelt desoyó una y otra vez los informes alarmantes del embajador Dodd sobre la violencia indiscriminada e institucional contra los judíos y el ambicioso programa de rearme alemán. Se estaba gestando otra guerra, otra catástrofe apenas veinte años después de la Gran Guerra y Estados Unidos estaba demasiado centrado en su propia depresión económica para convencerse del peligro.


Basado en cartas, diarios personales y documentos históricos, El jardín de las bestias es una descripción llena de suspense de la vida cotidiana en Berlín durante el primer año del gobierno de Hitler, desde el punto de vista del embajador americano en Alemania. Una visión de cómo un país sucumbió a un régimen totalitario en un período brevísimo de tiempo sin apenas darse cuenta ni ser capaz de rebelarse contra ello. El escritor americano Thomas Wolfe lo describe en una visita a Berlín en 1935: "Ahí estaba una nación entera infestada con el contagio de un miedo omnipresente. Era una parálisis que iba en aumento y que retorcía y malograba todas las relaciones humanas".
Y todavía quedaban diez largos años de locura y terror.

A modo de apunte, parece que en 2015 saldrá una película basada en este libro protagonizada por Tom Hanks y Natalie Portman.

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