Nos gustan mucho las dicotomías porque nos parecen intuitivamente correctas. El orden que provoca clasificar la realidad en dos espacios opuestos nos da placer y nos relaja. Bueno-malo, amigo-enemigo, correcto-incorrecto, estas parejas encantadoras también nos sirven para juzgar a los demás, a la vez que nos reafirmamos a nosotros mismos en la identidad que nos parece positiva. Macho-hembra, u hombre-mujer, también son dicotomías que consideramos naturales. Lucy Cooke nos demuestra que de naturales tienen más bien poco, que la realidad biológica es mucho más diversa, y que si aceptamos esa diversidad la realidad se vuelve mucho más interesante y habitable.
«En el mundo animal, las hembras son tan promiscuas, competitivas, agresivas, dominantes y dinámicas como los machos». Pero Darwin no supo verlo así. «La teoría de la selección sexual de Darwin se incubó en un contexto de misoginia, por lo que no tiene nada de extraño que la hembra animal saliera deforme, tan marginada e incomprendida como un ama de casa victoriana. Lo que quizá sea más sorprendente, y perjudicial, es lo difícil que ha sido lavar esta mancha sexista de la ciencia, y lo mucho que ha llegado a extenderse».
Las diferencias entre sexos son mayores en el ámbito cultural que en el biológico. Es decir, están más en nuestra forma de percibir y ordenar la realidad que en la realidad misma. No solo el género no es binario: el sexo tampoco lo es. Y esto, que tendemos a percibir como una aberración, no es más que biología. La aberración sería negar la naturaleza por no poder aceptar que el sexo no sea exclusivamente binario. Es decir, por no ser capaces de ampliar nuestra forma de entender la identidad sexual. Que la realidad sea más compleja de lo que nos han enseñado debería ser un motivo de alegría. Pero lo triste es que la complejidad y los matices a menudo son acogidos con rechazo y violencia.
Este ensayo de Lucy Cooke no solo rompe tabúes a diestro y siniestro, sino que además te arranca más de una carcajada. Pertenece al selecto club de los libros que quieres leer en voz alta a los demás. ¡Mira este párrafo! Mira, mira: trata sobre cómo las ranas cambian de sexo al hacerse adultas y salir del agua, ¡te va a encantar! O este otro sobre cómo los penes de los patos (¡los patos son pájaros con pene!) se despliegan en la época de celo ¡a 120 kilómetros por hora, como si fueran matasuegras! No me digas. Esta Lucy Cooke es para quererla.
Y lo bien que enlaza el humor con la divulgación científica y se pone inmediatamente seria para contarnos que durante siglos, nuestra forma de entender la ciencia ha estado sesgada por el sexismo inherente de la cultura occidental. Y es que tanto el humor como la seriedad son necesarios para desafiar las obsoletas expectativas binarias de la ciencia y cuestionar alguno de los prejuicios culturales más arraigados en nuestra forma de entender la vida y nuestro lugar en la sociedad. «El sexo no es todo blanco o negro, y calificar las zonas grises de anomalías —o, peor aún, de patologías— implica que somos incapaces de apreciar la función natural de la diversidad».
«El sexo no es un estático fenómeno binario, sino dinámico, cuyas difusas fronteras pueden plegarse al capricho de la evolución». Un ejemplo maravilloso que nos regala la autora al final del libro es el de los peces payaso, este encantador ser rayado popularizado por la película Buscando a Nemo, con el que Disney nos engañó miserablemente. En la película, la madre de Nemo desaparece y este vive una increíble aventura antes de reunirse finalmente con su padre. Si Disney hubiera reproducido fielmente el comportamiento real de estos peces, el argumento habría sido muy distinto. Pero, claro, ¿estamos preparados para la realidad? Los estudios sobre el pez payaso nos dicen que, ante la ausencia de la madre, el comportamiento natural del padre de Nemo habría consistido en transformarse en hembra para acabar apareándose con su hijo varón, Nemo. Yes. Tal cual. Cómo te quedas. A más de un padre le habría dado un parraque en el cine. Y es que, tristemente, los pobres humanos no estamos preparados psicológicamente para aceptar la realidad biológica de los peces payaso.
Me ha encantado conocer a las hembras de este libro. Me ha abierto la mente a una diversidad que no conocía y me lo he pasado pipa leyéndolo. Es tan delicioso como Mi familia y otros animales, tan divertido como el mejor libro de Caitlin Moran y tan transformador como los ensayos sobre género de Judith Butler. Un descubrimiento.
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