jueves, 1 de agosto de 2024

EL AÑO DE LA LANGOSTA

—Perdona, que te he asustado. 
—No, disculpa tú, no te había oído. 
—Debe de ser bueno eso que estabas leyendo, estabas como hipnotizado. 
—Sí, es...
—Oye, casi parece un reclamo publicitario. Librero tan metido en su libro que ni siquiera ve a los clientes que entran. 
—Jajaja. Pues sí, está todo pensado. 
—Bueno, ahora ya me puede la curiosidad. ¿Qué libro mágico es ese?
—Pues mira, es la típica novela de pasar páginas sin enterarte y leer como si no hubiera un mañana. 
—Y de chorrocientas páginas. Hay que tener tiempo para eso. 
—Cuando empiezas a leer el tiempo cambia. No te enteras de las horas, en serio. Y lo mejor es que una parte de la novela va de eso, de cambiar el tiempo. 
—¿De viajes en el tiempo?
—Bueno, mejor no te lo desvelo, por si te animas. 
—¿Más reclamo publicitario?
—Siempre. 
—¿Merece la pena, entonces?
—Desde luego. 
—¿Y va de...?
—Espías. La CIA. Terrorismo internacional. Apocalipsis. Fin del mundo. La era del pánico. 
—La alegría de la huerta. 
—Y acción todo el rato. 
—Bueno, acabamos de pasar por una epidemia mundial, estamos en plena emergencia climática, hay psicópatas dirigiendo potencias nucleares, genocidios en curso... 
—Eso es. ¡Es el libro de nuestro tiempo!
—¿Y de dónde voy a sacar yo las decenas de horas que hacen falta para leerme todo eso?
—Te vienes a la librería conmigo y en cuatro tardes te lo lees.
—Porque aquí el tiempo pasa distinto. 
—¿Entre tanto libro? Ni lo dudes. 
—Así que una novela de espías...
—Sí. 
—Con mucha acción...
—Eso es. 
—Que cambia el tiempo...
—Ajá. 
—Y que vuelve a los clientes invisibles. 
—¡Exacto!
—Me has ganado. Me la llevo. 

A veces los libros se recomiendan solos. 





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