jueves, 21 de septiembre de 2017

CONTRA EL CAMBIO

Cuanto más desarrollada está una sociedad, menos depende del clima. Hablamos del tiempo que hará mañana o que ha hecho ayer como quien comenta naderías: charla de ascensor. Es el tema de conversación ideal para los momentos en que no se quiere decir nada ni tampoco estar en silencio.
Antiguamente las sociedades dependían del tiempo para su supervivencia. Tanto es así que otorgaron a sus dioses poderes para controlarlo. Hoy en día nos importa tan poco que nos permitimos contaminar nuestro planeta, modificando el clima, sin preocuparnos. Nos hemos convertido en dioses saboteando su propia supervivencia a medio plazo. 

Esta podría ser la queja amarga de un ecologista. Y no le faltaría razón. "La deforestación del Amazonas es responsable del 25% de las emisiones de gases de efecto invernadero: produce, cada día, la misma cantidad de dióxido de carbono que ocho millones de personas que volaran desde Londres hasta Nueva York - en aviones". Para frenarla hace falta voluntad política. Que los gobiernos de Brasil, Bolivia, Perú, Ecuador, Colombia, Venezuela, Surinam y las Guyanas decidan que las selvas del Amazonas son pulmones y que la Tierra necesita esos pulmones para respirar. O, mejor dicho, para retener las emisiones de gases de los países más contaminantes. Que no son ni Brasil, ni Bolivia, ni Perú, ni Ecuador, ni Colombia, ni Venezuela, ni Surinam ni las Guyanas. De acuerdo, seamos solidarios, el planeta es de todos. Paremos la deforestación y salvemos nuestros pulmones. Pero ¿qué hacemos con la gente que vive - que ha aprendido, a la fuerza, a vivir - de talar y quemar bosques para comer? ¿Quién les va a enseñar a buscarse la supervivencia en otro lado?

En los países ricos no deforestamos, piensan los ecologistas. Tenemos una conciencia ecológica de la que carecen los países pobres. Hay que enseñarles. Hay que hacerles ver la importancia que supone la salud del medio ambiente para todos. No corten sus árboles, señores, que si no, nos ahogamos todos. Curioso discurso. Curioso, sobre todo, si pensamos que los países ricos ya hicieron su conquista de la naturaleza hace siglos, destruyendo su parte del planeta, cortando los pulmones que se interponían en su idea de progreso. Ahora urgen a los países pobres, Brasil, Bolivia, Perú, etc., a ser responsables, es decir, a respetar lo que ellos no respetaron, para salvar el planeta de todos. 

El concepto de cambio suele ser percibido como positivo. Dentro de cada cambio se esconde una oportunidad, dicen los psicólogos. Cambiar para mejorar. Hoy vivimos mejor que hace cincuenta, doscientos, quinientos años, porque hemos cambiado. Las mujeres votan porque cambiamos. La esclavitud prácticamente desapareció del planeta porque cambiamos. Sin embargo, el cambio climático es negativo. Quizá sea el único cambio que no admite réplica: a nadie le gusta. Es decir, mejor que nos quedemos como estamos, porque el medio ambiente va a cambiar para peor. ¿Es eso cierto? Quizá. Es una hipótesis plausible. Una hipótesis. El hecho es que el clima está cambiando. Es un hecho de perogrullo, el clima siempre está cambiando. En el siglo XVII el Támesis se helaba. Y en la Edad Media, Groenlandia era verde, de ahí su nombre. La hipótesis es que el cambio actual es culpa nuestra. 

A los que niegan esta hipótesis, los ecologistas los llaman "negacionistas". Vaya palabra de resonancia siniestra. Negacionistas, como los que niegan el Holocausto o la evolución de la especies. Sin embargo, negar una hipótesis es la base de la ciencia. Las hipótesis necesitan ser negadas, combatir la resistencia de la duda, para perseverar en la necesidad de demostrar su verdad. El uso de las palabras nunca es inocente. Hoy en día, negar que el cambio climático sea consecuencia directa del hombre es propio de nazis o de bárbaros fundamentalistas. Lo que convierte al ecologismo en un nuevo dogma, en algo incuestionable, indiscutible. 

La peor amenaza para cualquier ecosistema es el hombre. Pero no el hombre que vive en la naturaleza. No los pescadores polinesios que agotan la fauna marina ni los cultivadores de palma que deforestan parcelitas de selva. La peor amenaza para la naturaleza es el hombre de la ciudad. El que usa el coche, viaja en avión, produce kilos de basura semanales, deja el ordenador encendido. Tú, yo, él. El hombre que no teme por su supervivencia. El hombre acomodado. La única forma segura de preservar el ecosistema global es que la mayoría nunca pueda dejar de temer por su supervivencia. ¿Qué pasaría si los mil millones de hambrientos que habitan nuestro planeta accedieran a nuestro modo de vida, a nuestra comodidad, a nuestra contaminación acomodada? "No hay nada más necesario para la conservación ecológica que los pobres". 

Curioso, el ecologismo, ideología de la conservación. La pureza de la naturaleza, su tradición, su autenticidad, como ideales. Ideología, pues, conservadora. Contraria al cambio. A la incertidumbre del cambio. A sus enigmáticas posibilidades. "¿Por qué nos empeñamos en suponer que hay sociedades "tradicionales" que deberían conservar para siempre su forma de vida, y que lo "progresista" consiste en ayudarlos a que sigan viviendo como sus ancestros? Será, claro está, porque nosotros no quisimos cambiar y seguimos viviendo en chozas, viajando a caballo, reverenciando reyes e iluminándonos con la antorcha de un esclavo". 

"Si Pedro Picapiedra hubiera tenido estas ideas - si hubiera conseguido imponer estas ideas -, todos seguiríamos siendo Picapiedra".

El cambio climático suele presentarse como una responsabilidad común de la humanidad. Ningún científico ha sabido cuantificar el impacto humano en dicho cambio. Eso sí, como buenos cristianos, todos somos culpables. ¿De verdad, todos? ¿Contamina lo mismo un francés que un somalí? Es tan práctico colectivizar la culpa, así se diluye y dejamos de verla, tan bien repartidita entre todos. Un ejemplo: Texas (23 millones de habitantes) produce más emisiones de dióxido de carbono que todo el África negra (780 millones de habitantes). Sin embargo, repita conmigo: ¡Salvemos el planeta! 

"¿Qué planeta, el que ustedes arruinaron? ¿Qué planeta, el que ustedes se están comiendo, gracias a nuestra hambre? ¿Qué planeta, el de ustedes?"

Martín Caparrós
Estas son algunas de las ideas que Martín Caparrós recoge en este libro-viaje alrededor del mundo. En 2009 recorrió los cinco continentes buscando historias de primera mano de personas que pudieran contar cómo el cambio climático ha afectado a sus vidas y qué piensan de él. El cambio climático afecta siempre más a los más pobres. Pero en última instancia, es su pobreza - la casa de adobe y no de cemento, la imposibilidad de refugiarse, la escasez de reservas - lo que los arruina o los mata, no el ciclón o la sequía.
Los peores augurios vaticinan un incremento de las temperaturas de hasta tres grados centígrados y una subida de hasta un metro en los niveles de los océanos antes del 2100. Sí, el clima cambia. No es nada nuevo, siempre ha estado cambiando. Pero el apocalipsis que pregonan los ecologistas no parece tal. Existen medios para evitarlo. Y sobre todo, medios para procurar que afecte al menor número de personas. Eso sí, quizá habría que pensar la manera en que ayudar a la gente a que no se muera de hambre y acceda a niveles de vida parecidos a los nuestros no signifique el colapso de nuestro ecosistema. 

Martín Caparrós es un grande de la literatura y un cronista de excepción. Sus crónicas de viajes por el mundo para describir los estragos del hambre o las incógnitas del cambio climático inciden en preguntas fundamentales e incómodas sobre nuestra forma de vivir y de entender las vidas ajenas. Miran a los ojos, escarban en la duda, extienden la sonrisa y tratan de entender saltando con delicadeza y habilidad todos los obstáculos que la cultura, la ignorancia y los prejuicios colocan entre la boca que cuenta y el oído que escucha. Leo sus libros con pasión y con respeto, con la admiración que me inspira todo aquél que consigue demolerme prejuicio tras prejuicio y es capaz luego de reconstruir el vacío con todo un consistente y armónico bloque de dudas. 



1 comentario:

  1. Imprescindible Caparrós, gracias a Óscar he descubierto a un ser necesario, con consciencia, con voluntad, con sabiduría, con curiosidad, con afán de colaborar a mejorar este mundo ofreciendo información de calidad, con criterio. ¡GRACIAS!

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