lunes, 30 de junio de 2025

NUBOSIDAD VARIABLE

Esta es una novela en la que me quedaría a vivir. Quizá porque recrea un mundo que me parece imposible de tan deseado: un mundo en el que el amor entre amigas surge y florece, e incluso renace, a través de las cartas que se escriben. Quien se ha escrito cartas con amigas con asiduidad (pongo el femenino porque tanto en mi experiencia como en la novela son las mujeres las que escriben) sabe que es muy fácil crear un universo único y completo hecho de palabras, desligado a menudo, para bien y para mal, de la prosaica realidad. En las cartas uno se vuelve otro, más libre de habitar un mundo con menos reglas y más moldeable, en las cartas uno de repente puede sentirse libre de sentir y decirlo y conseguir que con una sola frase una mariposa aparezca detrás de la oreja de quien lee y salga volando por una ventana cerrada. Escribir cartas es vivir dos veces, ser persona y personaje, y cuando la correspondencia llega a su fin es un poco como morirse, también. La persona que eras cuando escribías ya no existe, porque la persona que te daba vida leyéndote ha dejado de leerte. 

Nubosidad variable es mi novela favorita de Carmen Martín Gaite. Trata sobre la difusa frontera entre persona y personaje, entre vida y literatura, entre realidad y fantasía. La recuerdo como un collage lleno de imágenes felices, como «dos amigas del instituto riéndose a carcajadas sobre una alfombra primaveral, saboreando la complicidad de haber faltado a clase, mientras se comen un bocadillo y hablan de lo tontos que son los chicos». Imágenes de dos mujeres redescubriendo el amor que habían olvidado que compartían. Un amor joven e íntimo, hecho de palabras y de espera. «Vivir la espera. Era la retórica imperante en nuestra juventud. Poner los cimientos de un deseo y alimentarlo para que dure. Parecía que la felicidad se iba a desvanecer entre los dedos en cuanto la tocáramos. Yo he deseado pocas cosas con la fuerza con que deseo en este momento volver a ver a Mariana». 

Escribiendo también se crea ese léxico familiar que todas las personas con vínculos profundos comparten, palabras o expresiones reales o inventadas llenas de significados que solo ellas pueden entender, significados como hilos invisibles que nos conectan en una complicidad única, raíces que nos alimentan y nos hacen sentir felices y a salvo. No nos damos cuenta realmente de este vocabulario compartido hasta que la relación se acaba y todo ese mundo hecho de palabras pierde su sentido y muere. Pero en las cartas permanece, aunque sea en el olvido de un viejo baúl. Quién sabe en qué futuro volveremos a ellas para hacer renacer aquel léxico familiar.  

En este mundo de espejos hechos añicos, cada pedazo nos refleja de manera diferente. Escribir cartas es una forma de mirarnos desde pedazos nuevos. Y de disfrazarnos de todas las formas sugerentes, fantasiosas y divertidas que se nos ocurran para provocar una emoción, para que nos vean, o sencillamente para que nos quieran. Solo a una carta le puedes decir: «Asómate, Sofía, mira la luna. Tienes que notar ahora mismo cuánto te necesito y cuánto me importa que estés ahí esperando mi carta, la luna te dará el recado como sea». 

En el amor por los collages, ya sean con recortes deslavazados de revistas para montar una imagen física, o con recortes deslavazados de anécdotas para armar un relato; en las continuas referencias a Cumbres borrascosas; en las alusiones a las formas de las nubes y cómo las nubes recogen las palabras; en la necesidad de dedicarse exclusivamente a aquello que alimenta la curiosidad mientras nos divierte y nos prende fuego la pasión; en la jocosidad con la que describe las tortuosas dinámicas de las relaciones familiares, esta novela está llena de lo que era Carmen Martín Gaite. Está llena de sus emociones, filias y fobias, hay una voz que reverbera de forma constante, como un murmullo de agua de fondo, que es suya y que da forma, color y emoción a todas las escenas. 

Esta es una novela en la que me quedaría a vivir. Y es que me da mucha envidia. Ojalá todos tuviéramos una persona a la que escribirle cartas con la certeza de que va a estar ahí, mirando a la luna, esperando nuestras palabras para seguir construyendo juntas esa preciosa y única vida paralela. 




jueves, 26 de junio de 2025

PALESTINA. HEREDAR EL FUTURO

El genocidio palestino es la debacle moral de nuestro tiempo. Creo que no hay nada, verdaderamente nada, que me genere más indignación, rabia y desolación que las catastróficas consecuencias de la política israelí de apartheid y limpieza étnica. Una de las preguntas más habituales que hacen los adolescentes cuando les enseñan la historia del holocausto es: ¿cómo pudo la gente normal seguir con su vida como si nada? ¿Cómo pudieron permitirlo? Es terrible lo fácil que es la respuesta hoy en día: de la misma forma que todos los que no son palestinos permiten (y a menudo alientan y apoyan) el genocidio de Gaza. Nadie podrá decir que no lo sabía. 

Independientemente de la voluntad de los sionistas, Palestina seguirá existiendo. Palestina no es solo un pedazo de tierra, unos olivos, unas playas. Palestina es un origen, es una raíz que da sentido a la vida de millones de personas, vivan o no en los territorios palestinos. Con cada agresión crece la desesperación y la muerte del pueblo palestino, pero también se fortalece la resistencia que construye una política de la esperanza. Este ensayo de Luz Gómez, catedrática de Estudios Árabes e Islámicos de la Universidad Autónoma de Madrid, describe el proceso de limpieza étnica, memoricidio y politicidio que el pueblo palestino lleva sufriendo desde hace ochenta años, y explica, a través de las propias voces judías y árabes, no solo la ocupación y el apartheid, sino las condiciones materiales e inmateriales que garantizan que Palestina siga existiendo, a pesar de todo. 

Y es que ese todo es una violencia que creo que a la inmensa mayoría nos resulta inimaginable. Quizá una de las claves de esa violencia, y que es una forma de maltrato antigua como el mundo y presente en todas partes, es la negación de la identidad. Los israelíes no aceptan que los palestinos existan y, por lo tanto, tengan derechos. De hecho, ni siquiera los llaman palestinos, el discurso oficial los nombra como los árabes, un colectivo difuso que proyecta en la sociedad israelí la imagen del otro, del extranjero, del enemigo. Otra forma de negarles sus derechos es tratarlos como números, por ejemplo segregándolos por colores, como con las matrículas verdes o blancas que les impiden circular por un sinfín de carreteras reservadas para los coches con matrículas amarillas israelíes. 

«"No somos números" es una reivindicación integral de la vida contra la cosificación del palestino, que le persigue después de muerto. Contra los colores por categorías de las tarjetas de identidad y los permisos de viaje. Contra los cementerios y las neveras de números que retienen los cadáveres de los presos. Contra las cifras a bulto de los asesinados, desaparecidos y heridos de Gaza. Los jóvenes palestinos dicen no a los números colectivamente, no de manera individual; reivindican sus cuerpos diversos y su inteligencia compartida como fuerza motriz con la que decir basta, con la que levantarse y hacer política, que diría Angela Davis, o con la que participar de la humanidad, que diría Averroes». 

Solamente si dejan de ser números para la población que los maltrata y con la que aspiran a convivir, podrá el pueblo palestino heredar un futuro en paz y libre de violencia, el futuro que cualquier pueblo merece. 



 

lunes, 23 de junio de 2025

UN MILLÓN DE CUARTOS PROPIOS

Mi amigo J. es excepcional. Diría que es una suerte y un privilegio el afecto que nos tenemos, pero eso mismo siento en relación a otras personas y no define ni por asomo lo que hace único a J. El día que lo conocí, pasamos juntos con P. un par de horas frente al puente romano de Córdoba y recuerdo salir de aquella conversación asombrado, feliz y un poquito exhausto. No sé si porque la velocidad con la que enlazaba ideas era muy superior a la que estaba acostumbrado, o porque su actitud ante la vida aportaba un color y una luz que me atraían, pero lo cierto es que cada vez que lo veo su conversación me hace pensar más rápido y afilar mis ideas y es una sensación que imanta y engrandece. Algo parecido me ha pasado con este ensayo. Tamara Tenenbaum escribe con «la aspiración de hacer aparecer un color que sirva para mirar el presente en alguna luz nueva». Mi presente, durante la lectura de este libro, ha estado lleno de colores y de luces nuevas e insospechadas. 

Creo que una de las claves de la atracción que he sentido por este libro desde la primera página es algo intangible que no tiene mucho que ver con su contenido, sino con lo que se esconde entre las palabras, y que es más habitual encontrar en la ficción (cuando uno tiene la inmensa suerte de encontrarlo) que en el ensayo. Es la gracia, el entusiasmo, la elegancia y esa cosa indefinible que conforma el tono, un tono que me ha atrapado y atraído de la misma forma que me atrapan y atraen las conversaciones, traten sobre lo que traten, con mis mejores amigos. Esas burbujas de bienestar en las que el tiempo se detiene y la vida se relaja y se convierte en un espacio seguro y fértil que habitar. 

Tamara Tenenbaum, filósofa y profesora de escritura y filosofía en la Universidad de Buenos Aires, recibió en 2022 el encargo de traducir Un cuarto propio, de Virginia Woolf. A raíz del contacto con ese texto clásico del feminismo, ha escrito este ensayo no solo para poner de relieve la vigencia de las ideas de Woolf en nuestro presente, sino para usarlas como trampolín para pensar en temas que a todos nos atraviesan, como nuestra relación con el trabajo, la comida, el dinero, el resentimiento como respuesta política o el poder castrador y a la vez transformador de la tradición. 

Todos los capítulos son fascinantes y estimulantes, no sé qué capítulo me gusta más, porque de todos he sacado un disfrute enorme. Pero si tuviera que quedarme con uno, creo que elegiría el que trata sobre el resentimiento (quizá porque es un tema en el que no he pensado tanto como en otros). El resentimiento es una emoción en auge que pone y quita gobiernos en todo el mundo y que define algunos de los grandes conflictos de nuestra época. No solo conflictos globales, sino también puramente íntimos y familiares: buena parte de la violencia cotidiana en el trato familiar y laboral se alimenta de un resentimiento difuso y constante que no deja de ampliar su relato. Porque, como dice la autora, el resentimiento es «la más literaria de las emociones», en el sentido de que pocas cosas dan más ganas de escribir que ajustar cuentas, y de que el resentimiento precisa de un relato para funcionar: un relato «que conecte causalmente un sufrimiento o desventaja que experimentamos con otra persona que tiene la culpa de dicha desventaja (y no la sufre)». 

Podríamos pensar que es muy difícil poder explicar nuestro presente con un texto de 1929. Pero la verdad es que ya en 1929 había una «nostalgia por una época en la que todo era más denso (el amor, la verdad, la familia, la comunidad)». Ya en 1929 ejercían un enorme poder la nostalgia y el resentimiento como fuerzas reaccionarias que querían destruir los nuevos derechos y libertades para «volver» a una arcadia imposible que en realidad nunca había existido, y que estaba construida en el imaginario de la gente con el miedo a los cambios culturales y a la transformación de los valores. Han pasado casi cien años y los paralelismos con nuestra época son asombrosos. 

Tamara Tenenbaum concibe el «ensayo como un espacio al que una no viene a defender una idea que ya tiene, sino a probarla como se prueba un par de zapatos o una receta de cocina de internet, sabiendo que puede no funcionar». Y esto, que me parece aún más maravilloso: «Pienso que lo único que importa es el tono, que lo único que me hace sentir expulsada de un texto es la sensación de que, o bien me están dando clase, o bien me están psicopateando, manipulándome emocionalmente para que me sienta culpable por querer discutir con un texto que se victimiza». 

El texto de Virginia no hace ninguna de esas dos cosas. Ni da lecciones ni manipula. Combina profundidad de contenido con ligereza de tono, es político y ambicioso sin caer en la superioridad moral. Mira «la experiencia ajena con respeto y curiosidad, sin intentar hacerla propia o entenderla solo por analogía con los sentimientos de una misma». Algo así es lo que hace Tenenbaum en este ensayo. Algo así es lo que hace mi amigo J. cada vez que lo veo. Los tres usan las palabras para probarse zapatos y ensayar recetas, y me contagian la urgencia de vivir mi vida y mi presente con esa audacia y ese entusiasmo.  



jueves, 19 de junio de 2025

LA BALADA DE HOLT

Las novelas de Kent Haruf me las recomendó Rosa Linares, una profesora de Lengua y Literatura con la que coincidí en redes gracias a las inigualables artes celestinescas de P., y que luego tuve el placer de desvirtualizar para hablar de Haruf y de lo divino y de lo humano. Y sobre lo divino y lo humano pienso a menudo cuando recuerdo la Trilogía de la llanura o cuando leo una nueva novela suya, como esta que acaba de publicar en español Random House en marzo de este año (originalmente escrita en 1990). Nada más humano, más cerca de la tierra y de la vida cotidiana y prosaica que las historias de Haruf. 

Holt, en Colorado, es el pueblo ficticio donde transcurren sus novelas. El pueblo siempre es un personaje más, a veces uno de los más importantes. Es un pueblo en el que parece que nada sucede, pero la mirada de Haruf nos abre las ventanas y las puertas de las casas de sus personajes para enseñarnos que de cada vida, de cada emoción y expectativa y traición se puede sacar una novela emocionante. 

La balada de Holt cuenta la historia de Jack Burdette, un hombre con una personalidad y un físico demasiado grandes para una comunidad tan pequeña. Un hombre con una necesidad de libertad mucho mayor que su capacidad para hacerse cargo de las consecuencias de sus actos. Un hombre cuyos actos son piedras que impactan, una y otra vez, contra las tranquilas aguas de la comunidad, creando círculos concéntricos y profundas alteraciones bajo la tersa superficie de las costumbres y la buena convivencia de Holt. 

He leído cuatro novelas de Kent Haruf. Y sé que voy a volver a este escritor cada cierto tiempo. Tiene algo que me magnetiza. No sé exactamente lo que es, pueden ser tantas cosas. Me gusta, también, no saber explicármelo. Quizá sea la afinidad con esas pequeñas burbujas de intimidad perfecta. Su capacidad de pintarte un cuadro de Hopper y meterte en la escena y levantar a esas mujeres solitarias para que te lean su carta en voz baja. Con el tono exacto con el que se cuentas las mejores historias. 




lunes, 16 de junio de 2025

COMO LA PIEL AL SOL DE UNA LAGARTIJA

Xuana es una profesora jubilada, «retirada» al campo tras toda una vida dando clases en institutos de la ciudad. Un sábado por la mañana se encuentra con el cadáver de una chica tirado en el maizal junto a su casa e inmediatamente se convierte en una testigo muy incómoda para quienes no desean que el crimen se sepa. Xuana se siente «como una vieja dama de las novelas de Agatha Christie saliendo airosa entre un círculo de malvados y sospechosos». Constantemente ve su vida desde fuera, como si ella fuera una actriz y el mundo un decorado en el que ella tiene que desarrollar un buen papel. Un papel escrito de antemano. Por suerte, cuenta con una vecina excepcional, su querida Taresa, un personaje tan completamente distinto a ella que nada podría permitir imaginar lo buenas amigas que acabarían siendo. 

En esta novela hay una vaca llamada Frida que se revuelve y muge de madrugada porque está a punto de parir. Hay un hombre que, a efectos de Hacienda y del Ministerio de Interior, nació con veintitantos años, porque no hay ningún registro de lo que hizo o de quién fue cuando era joven. Hay otro hombre con un pasado que todo el mundo cree conocer y que volvió al pueblo para ser el amigo silencioso de todos. Y hay secretos, muchos secretos, como en todo pueblo que se precie, por muchos visillos que cubran las miradas a hurtadillas de todos los parroquianos. 

También hay tres guardias civiles más acostumbrados a mediar en trifulcas de bar que a interrogar a posibles testigos de asesinato. Y hasta una perrita nerviosa y adorable dispuesta a participar, aunque no se entere de nada, en una huida desenfrenada en mitad de la noche. 

Me ha divertido mucho este noir rural asturiano, que en realidad de noir tiene poco porque la prosa cuidada de Berta Piñán y la luz de sus personajes principales hacen que, además de que se te acelere el corazón, avances por esta historia con una buena sonrisa. 



jueves, 12 de junio de 2025

UN AÑO ENTERO

Cada vez que pienso en Leo Lionni se me viene a la cabeza la imagen de este ratoncito que conocí en Frederick y que desde entonces me acompaña siempre en la sección infantil de la librería. Así que cada vez que veo alguna novedad de este autor con su estilo inconfundible, una parte de mí vuelve a ser niño y a alargar las manos diciendo dame, dame, quiero, quiero. Y eso es lo que hice al sacar el primer ejemplar de la caja de novedades: lanzarme a leerlo ahí mismo. No hay tantos libros con los que uno pueda volver a ser niño siempre e inmediatamente. 

Un año entero cuenta la historia de Guille y Greta, dos ratoncitos gemelos que, el primer día del año, salen a dar su primer paseo por la nieve. Nada más salir se encuentran con un árbol que al principio confunden con el bastón de un muñeco de nieve. Pero el árbol, que se llama Fito, les saca pronto de su error. ¡Un árbol parlante! Y, a partir de ese momento, todos los meses del año vuelven a ver a este árbol tan particular, que se hace amigo suyo, y le cuentan los lugares por los que han pasado, cómo son las vacas, los caballos y las gallinas del granero donde viven, y el árbol les cuenta todas las cosas que vive él, sin moverse del sitio. Los ratones lo cuidan cuando el fuego lo amenaza y, a cambio, el árbol les regala su sombra en verano y sus frutos en otoño. Un año entero es la historia de amistad entre dos ratones y un árbol parlante, una historia bonita y tierna para los más pequeños. 





lunes, 9 de junio de 2025

¿POR QUÉ OBEDECER?

Hace unos días, volviendo a casa, me encontré con una cola inusual en la calle. Cuarenta o cincuenta personas esperaban pacientemente en la acera a que les atendieran en un restaurante de comida rápida que acababa de abrir. El reclamo era un descuento del 50% en todas las comidas. Ante esa publicidad, decenas de personas pensaron que era una oportunidad que no podían perderse. Se puede decir que obedecieron al reclamo. Probablemente muy pocas de esas personas habrían comprado comida para llevar ese día en concreto, pero al ver la publicidad muchos pensaron que tenían que «aprovechar» el descuento, convencidos de que gastando ese dinero iban a salir ganando, de algún modo. Convencidos de que se habían ahorrado la mitad del precio que les costaría esa comida a partir del día siguiente. Convencidos de que ese gasto, finalmente, era algo hasta cierto punto inevitable. 

A todos nos ha pasado, en algún momento. A todos nos pasa. Todos caemos en las redes de la publicidad y acabamos comprando cosas que no necesitamos solo porque nos hacen creer que comprándolas salimos ganando, y que sin ellas nos faltará algo. Que desaprovecharemos una oportunidad. Aunque todos somos libres de no hacerlo, todos acabamos obedeciendo, secuestrados por la seducción de la publicidad. 

Uno de los inventores de la publicidad de mercado fue Edward Bernays. Sus campañas publicitarias influyeron decisivamente en que la opinión pública se volviera favorable a la participación de Estados Unidos en la Primera Guerra Mundial o en la incorporación de las mujeres al consumo de tabaco, convenciéndolas de que «los cigarrillos eran un signo de liberación, emancipación y seducción». En su libro titulado Propaganda, de 1928, explicaba las técnicas para transformar la opinión pública en un movimiento tan dócil como unánime. Entendió que la mayoría de la población no es plenamente consciente de sus actos, se siente segura cuando se deja llevar por lo que hace la mayoría a la vez que quiere sentirse en todo momento libre. El libro se convirtió en una obra de referencia para Goebbels, que la puso en práctica para apuntalar la dictadura nazi. El capitalismo siempre ha sido una inspiración inagotable para las ideologías dictatoriales. 

Este brevísimo ensayo de Georges Didi-Huberman nos plantea una cuestión fundamental de la filosofía. Nos pasamos la vida obedeciendo, pero rara vez nos preguntamos por qué y para qué. A veces obedecer es fundamental para una sana convivencia, pero otras nos somete al capricho de otra persona. A veces obedecer puede salvarnos la vida, pero otras nos aísla de los demás y nos arrebata la libertad de elegir e imaginar. A veces nos da espacio y a veces nos inmoviliza. El autor trata de responder a estas cuestiones señalando que la obediencia constante que nos impone el sistema capitalista a través de su maquinaria generadora de necesidades puede minar la libertad individual tanto como cualquier dictadura. 

Con ejemplos de La banalidad del mal (Hannah Arendt), de los experimentos sobre la obediencia a la autoridad de Stanley Milgram, o de El miedo a la libertad (Erich Fromm), este ensayo propone un enfoque crítico ante la obediencia. E insiste en que es crucial que nunca olvidemos preguntarnos por qué y para qué obedecemos. Así quizá podamos evitar convertirnos en sujetos sometidos al capricho y al interés de otros, ya sean políticos, empresarios o familiares. 





jueves, 5 de junio de 2025

LOS CIELOS RETRATADOS

Lo que más me gusta del cambio de hora de primavera es que cuando salgo de trabajar todavía puedo ver el cielo. Es la hora dorada, ese momento mágico que tanto aprecian los fotógrafos y que baña los árboles y los edificios de una tonalidad miel especialmente cautivadora. A veces me paro en medio de la calle y hago fotos, como un vulgar turista. Fotos del parque, de los edificios, de los pájaros y de los patos, fotos de las hojas de los árboles y también de las nubes que a cada minuto cambian de color. Fotos que guardo en el móvil con el mismo mimo que las fotos de los viajes más especiales que he hecho. Qué divertido: un turista que fotografía lo que ve todos los días. Y pienso que ser turista de mi vida cotidiana debe querer decir que me sorprende y me asombra como algo nuevo aquello que veo una y otra vez. Y no me parece tan mal. Bendito asombro, ojalá no se me acabe nunca. 

Este libro trata sobre esto. Sobre pararse a mirar el cielo y quedarse embobado por la luz cambiante de las nubes. Sobre esas nubes, por las que muy poca gente siente curiosidad, pero cuyos matices son infinitos para la mirada receptiva. Sobre las nubes y los diez géneros distintos que existen. Sobre el asombro necesario para poder apreciar la infinita belleza que nos rodea todos los días cada vez que alzamos la mirada. Y sobre cómo los pintores han retratado los cielos a lo largo de la historia, y qué nos dicen sus pinturas de su sensibilidad, de la naturaleza cambiante y de la historia del clima. 

Gracias a José Miguel Viñas, he aprendido a añadir la mirada del meteorólogo al observar los cuadros. Este meteorólogo comenzó a ofrecer al público esta mirada complementaria sobre el arte en 2007, en la sección «Buscando nubes en el Prado» del programa No es un día cualquiera, de Radio Nacional. Y en este ensayo ameno y sencillo hace un recorrido por los cuadros de la pintura europea que mejor captan la naturaleza voluble del cielo. Desde las atmósferas azuladas de Patinir hasta los cielos encendidos de Turner, pasando por los estudios de nubes de Howard y Constable y las nieblas románticas de Friedrich.  

La conexión entre ciencia y arte está poblando las mesas de novedades con libros interesantísimos y este es un magnífico ejemplo. Después de leerlo ya no será posible pasar por alto toda la información y la belleza que se esconde en los cielos retratados en los cuadros. 






lunes, 2 de junio de 2025

TODOS LOS COLORES DE LA OSCURIDAD

La realidad no es suficiente. Lo saben los artistas, que no se conforman con lo que ven y desean constantemente cambiarlo por otra cosa más bella y más real. Lo saben los escritores, cuyas vidas nunca son suficientes e inventan con palabras otras muchas vidas entrelazadas para enriquecerlas. Y lo sabe cualquiera que viva acechado por el recuerdo de una persona que no puede encontrar. Eso le pasa a Patch, el protagonista inolvidable de este novelón, que la vida que tiene no le basta. Se le rompe entre los dedos. Y para repararla busca en sus recuerdos. Y para no olvidar pinta cuadros bellísimos que son como llamadas de auxilio. Y para alcanzar algo de paz viaja y viaja por los caminos de Estados Unidos buscando aquella persona que perdió y que tiene que estar en algún sitio más que en su memoria. 

En un pueblito de Misuri en 1975, un adolescente al que llaman el pirata porque nació con un solo ojo y lleva un parche salva a una chica a quien un hombre adulto está intentando raptar, con tan mala suerte que nadie más vuelve a saber de él. Un reguero de sangre en el lugar del suceso hace a todo el pueblo temer lo peor. Pese a los esfuerzos de su mejor amiga, pasa un año entero hasta que Patch es rescatado. Y ya nunca volverá a ser el mismo. Cuenta que estuvo en un sótano, en la oscuridad, junto a una chica llamada Grace a quien escuchaba pero nunca veía. Y ahora la búsqueda de Grace se convierte en una obsesión y, a lo largo de dos décadas, en el hilo conductor de toda su vida. 

Esta es una de esas historias con mil vueltas y recovecos. Con personajes complejos que van desvelando capa a capa su humanidad, con sus flaquezas y sus virtudes. Es una novela de misterio, un thriller cargado de giros sorprendentes, una historia de amor y lealtad muy redonda. Tiene ese ritmo endiablado de las novelas de Dennis Lehane, también muy dado a escribir sobre personas desaparecidas. Y un protagonista que es capaz de dedicar su vida a perseguir un sueño movido por la gratitud, el amor y una emoción que nunca desfallece.