lunes, 4 de septiembre de 2023

CARTAS A VITA / A VIRGINIA LE GUSTABA VITA

He terminado de leer este libro con el mapa del sur de Inglaterra en el ordenador lleno de rutas por las casas, mansiones y lugares que frecuentaron Virginia Woolf y Vita Sackville-West. Y no hay cosa que más me guste: que un libro me haga viajar tanto que no solo durante la lectura esté allí donde están los personajes, sino que quiera ir como sea en un futuro cercano a ver, tocar y respirar en persona todo aquello que he visto, tocado y respirado con la imaginación. 

Este volumen de Librefeminista, un proyecto editorial de la librería Mujeres & Compañía, es una exquisitez. Como todo lo que publican nuestras colegas libreras, es un libro doble: por un lado están las cartas que Virginia le escribió a su querida amiga y amante Vita, una escritora aristócrata fascinante con la que tuvo una relación intensísima; y por el otro lado, dándole la vuelta, una recreación cercana y muy emotiva, desde la ficción, de cómo pudo ser esa relación, escrita por Pilar Bellver. 

En las cartas he descubierto a una Virginia Woolf volátil, caprichosa, incluso con un punto de frivolidad que no imaginaba con esa cara casi siempre tan seria y austera que recuerdo de las fotos suyas que he visto. Me ha encantado su vena cómica y bromista, como cuando reivindica que ella también habla francés, quizá no tan bien como Vita, pero lo suficiente como para ser una mujer de verdad, porque ya se sabe que "las mujeres de verdad hablan francés y se empolvan la nariz". He disfrutado mucho su crítica de la "maldita sangre aristocrática: débil, efervescente, quisquillosa, frágil", aunque no he podido evitar pensar que ella quizá también se veía reflejada en esa misma sangre y asumía esa misma debilidad quisquillosa y efervescente. 

Con 28 años, en 1920, Vita escribió un texto autobiográfico, con voluntad de publicarlo quizá en un futuro, de casi cien páginas en el que contaba con muchos detalles las relaciones amorosas y sexuales que había tenido hasta entonces con mujeres. A su muerte, lo descubrió su hijo, Nigel Nicolson, y lo publicó dentro de su libro biográfico Retrato de un matrimonio (hoy agotado, ojalá lo reediten pronto), en el que cuenta la relación tan especial que tuvieron sus padres, pensando que en los años setenta esa historia ya podía ser aceptada por la sociedad. Y lo fue, hasta cierto punto. Era la época del movimiento hippie y de la tercera ola del feminismo, pero el progreso no es un camino recto ni lineal, y en sus muchas vueltas, y a pesar de que ha pasado un siglo entero ya de aquellas memorias de Vita, su vida y la forma de entender el matrimonio que tuvo ella, Virginia y otros muchos integrantes del grupo de Bloomsbury, siguen siendo impensables para la inmensa mayoría de la población de los países más avanzados en derechos. 

Por ejemplo, esta descripción tan deliciosa que hace Virginia de Violet Trefusis, antigua amante de Vita, tras haberla recibido en su casa: 

"Ahora entiendo por qué estabas entonces tan enamorada de ella. Ahora está un tanto rellenita; contundente, más bien. Pero ¡qué capacidad de seducción! Qué voz (ceceante, vacilante), qué amabilidad, agilidad, y a su modo (que no es el mío: yo soy mucho más refinada, aunque eso no sea en absoluto una ventaja), qué encantadora, como una ardilla entre liebres... Una ardilla roja entre nueces marrones. Nos miramos y parpadeamos entre las hojas. Y nos llamamos ceremoniosamente la una a la otra señora Trefusis y señora Woolf". 

Cuánto oculto entre líneas, ¿verdad? Mordacidad, admiración, envidia, deleite, tensión. En un mundo en el que, tristemente, nos seguimos empeñando en que no se puede amar sin poseer ni controlar, esta simple descripción de Virginia de una antigua amante de su amante es un ejemplo maravilloso de calidad humana y apertura de mente. De futuro. Ojalá vayamos en su estela. 

"Ámame más y mejor, pon otro peldaño en la escalera y permíteme subirla". No se conformaban, ninguna de las dos, con el amor al que podían tener acceso. Querían más, cada una a su manera, y se lo hacían saber de las formas más claras, ambiguas, divertidas y anhelantes. 

"En todo Londres, solo a ti y a mí nos gusta estar casadas", dice Virginia con sorna. Y es que el matrimonio como institución entonces era una farsa y una cárcel, y ellas supieron convertirlo, cada una a su manera, en un vínculo profundo y elástico capaz de acoger su necesidad de amar en libertad. Pensándolo un poco, parte de esa farsa y esa cárcel siguen vigentes un siglo después en nuestra forma de entender la vida en pareja, hecha de imposiciones, desigualdad y miedo al castigo privado y público. 


 



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